La tecnología sexual no es sólo una herramienta erótica, sino también una vía hacia la autosatisfacción física». Johanna Rief es la cara visible de la mayor juguetería sexual del mundo. Viajamos hasta Berlín, a las nuevas y suntuosas oficinas de LoveHoney, para encontrarnos con ella.
Johanna Rief… Escucho ese nombre y pienso en una peli de Fassbinder. Pero, aunque trabaje en Berlín (Alemania), Johanna es austriaca, así que ahora pienso en Schwarzenegger, de quien confieso siempre tengo que buscar el apellido para no equivocarme. Sin embargo, no es la comparativa más lógica. Rief es una encantadora joven (eso sí ha quedado de peli de Fassbinder), de ojos pardos y gesto elegante, que ostenta nada menos que el cargo de directora Global de Relaciones Públicas de Lovehoney Group. Y ¿qué es Lovehoney? Pues, actualmente, la compañía de bienestar sexual más tocha del planeta.
Al haberse fusionado con Wow Tech (la anterior competencia de la marca), el nuevo grupo está valorado en la nimiedad de 1.200 millones de dólares… Para que luego digan que el tamaño no importa. Eso quiere decir que, cuando hablamos de Johanna Rief, nos referimos a la mujer que representa el altavoz del placer sexual (vía tecnología) con mayor poder del mundo. Esta austriaca, de 33 años, bendecida con el don de la buena presencia y la sana charlatanería del carisma, está destinada a ser la capitana de los barcos a villa orgasmo que se comercializan, y comercializarán, en el planeta con mayor fuerza. Naves pequeñas y portátiles, de encantador y sutil diseño en su mayoría, con las que sus tripulantes, cada año más, surcan los mares de flujo y esperma. Viajamos hasta Berlín, a las nuevas y suntuosas oficinas de LoveHoney, para encontrarnos con ella.
¿Johanna, cómo pasa una persona de un máster en Administración y Derecho a ser la capitana pública del mayor grupo de bienestar sexual del mundo?
Como casi siempre, fue todo una coincidencia. Comencé mis estudios de Administración y Derecho, y una parte de ellos era hacer unas prácticas. Siendo austriaca me dije: «Oh, bueno, me gustaría ir a Alemania una temporada». Encontré un puesto en una agencia de relaciones públicas de Hamburgo. Cierto que no era mi terreno, pero buscaban a alguien de mente abierta y me dije: «Sí, esa soy yo». Aunque estaba sólo de pasante, una de las cuatro empleadas estaba de baja por maternidad, así que me dieron bastante responsabilidad. Entre ellas, llevar las relaciones públicas de una compañía de línea erótica. No es la clase de trabajo en la que una se enfoca desde el principio, pero a mí me resultaba entretenido y se me daba bien. La gente lo podía ver como una respuesta poco seria, pero a mí me parecía de lo más profesional. Luego conocí a la CEO de Lovehoney Group, quien apreció mis habilidades y, mira, aquí estoy.
Manejas una posición de poder muy considerable dentro de la industria. Si hablamos de bienestar sexual, ¿cuál es la presencia femenina en las altas esferas?
Diría que era como muchas otras industrias. Hace 10 o 15 años eran todo hombres. Algo que puede verse en los diseños de los juguetes. Muchos en aquellos años venían de la pornografía y funcionaban con teorías de la seducción de esa industria, según la cual cuanto más grande, más venoso y más supernatural, mejor. Sinceramente, no conozco a ninguna mujer que realmente quiera eso en un juguete. Con la llegada de Internet, la industria pornográfica tuvo que hacer frente a la desarticulación del mercado. Al haber pornografía gratis, debían innovar. El mundo del bienestar sexual comenzó a verse como una buena inversión, pero, aun estando enfocado principalmente a las mujeres, seguía coordinado por hombres.
Por suerte, en pro del beneficio, eso fue cambiando poco a poco. Ahora, creo que es una de las mejores industrias para ser mujer, porque en estas dos décadas nuestra importancia como ejes principales de las necesidades y el público del producto nos han permitido capitalizar la importancia. Pero también empieza a haber un espacio, siempre igualitario, para los hombres, en tanto en cuanto se están promoviendo mucho los aparatos para ellos. Yo, como mujer, puedo hablar de estudios, análisis, etcétera, pero no puedo probarlos. Igual que no lo hacían los anteriores dueños de la industria con el material para mujeres. Así que, se trata de un sector tecnológico con una de las mentalidades y expectativas más abiertas. Alcanzamos las cotas de 50/50, pero no con planes de discriminación positiva, es simplemente un hecho que se ha ido produciendo naturalmente. En mi caso, nunca he sentido que no podía obtener una posición de liderazgo y creo que se debe a la esencia del sector en el que trabajo.
Las cifras son impresionantes. La evolución de empresas como Wow Tech o Lovehoney, ahora juntas, es una prueba del valor que ha adquirido esta industria. ¿A qué se debe este vertiginoso progreso?
Yo llevo ocho años en la industria y he visto cambios, pero no puedo compararme con compañeras que llevan, por ejemplo, 19 años. Ellas me dicen que cuando empezaron nadie hablaba de consumir juguetes sexuales. Y, si lo hacían, era en un ambiente de absoluta intimidad. Además, esta clase de bienestar sexual estaba muy enfocado a tiendas clandestinas, ambientes sórdidos en los que las mujeres, en general, no se sentían cómodas. El gran camino del éxito ha sido la naturalización. Hacer de los juguetes sexuales, no tanto una herramienta de perversión marginal, como un objeto de consumo elegante y normativizado. Piensa, por ejemplo, en los sex-shop de ahora. Antes eran sitios de cristales tintados y escondidos, ahora tienes tiendas que son como boutiques de lujo casi en cada calle principal de una capital occidental. Eso, hace 20 años, nadie lo habría dicho.