
19 mayo 2025
En América Latina y el Caribe mueren cada año aproximadamente 7.200 mujeres por causas asociadas al embarazo, parto o puerperio, unas veinte al día, de las cuales dieciocho “podrían haberse salvado por procedimientos médicos que existen desde hace más de tres décadas, como uso de oxitocina, sangre, antipertensivo, antibióticos o una cesárea”, explica en una entrevista con Efeminista la doctora Alejandra Corao, asesora regional de Salud Sexual y Reproductiva del UNFPA para América Latina y el Caribe.
Muertes maternas que se pueden prevenir, según la especialista, además de con la atención adecuada ante las emergencias obstétricas, con planificación familiar, controles prenatales y con la llegada de las mujeres a los servicios de salud.
Unas prácticas que el UNFPA busca que los países prioricen, ya que entre 2000 y 2023 América Latina y el Caribe fue la región en la que menos disminuyeron las muertes maternas, un 17 %, mientras que a nivel mundial esta reducción fue de un 40 %.
Corao señala que siendo ésta una región en la que el parto institucionalizado es alto, es decir, que la mayoría de las embarazadas dan a luz en un centro de salud, estos fallecimientos deberían ser menores, por lo que la calidad de la atención es “central” para reducirlos.
Además, menciona que “la mortalidad materna es la cara más amarga de la desigualdad” en la región, ya que quienes fallecen son principalmente mujeres rurales, de bajos ingresos, indígenas o afrodescendientes.
Por lo que, agrega, para acelerar la disminución de estas muertes es vital “un mayor compromiso político, financiero y estratégico” de los gobiernos, ya que ningún país alcanzará las metas planteadas en los objetivos de desarrollo sostenible de reducir en un 75 % estos fallecimientos si no trabaja realmente en atacar las causas y las brechas.
Las muertes maternas en América Latina
Corao afirma que América Latina y el Caribe había registrado una reducción de las muertes maternas entre el 2000 y el 2015. Sin embargo, a partir de 2016 aumentaron un 16,5 % hasta llegar a la etapa de la pandemia de la covid, en el 2020, donde estos fallecimientos se dispararon, según se detalla en un reciente informe sobre tendencias de la mortalidad materna de UNFPA, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud.
“Sabemos que la covid afectó mucho a las mujeres embarazadas, pero también en ese tiempo se fraccionaron los servicios de salud y las mujeres no iban a atenderse de las emergencias obstétricas. Eso hizo que la mortalidad materna aumentara muchísimo en el 2020 y 2021”, explica la doctora.
Desde el 2022, los números empezaron a disminuir nuevamente, pero aún la región no ha alcanzado los valores prepandémicos, advierte la asesora regional del UNFPA.
Asegura que además de la pandemia hubo una “despriorización importante de los temas relacionados con la salud materna” en la región, especialmente entre 2016 y 2020.
“La voluntad política para atender el tema de la reducción de la mortalidad materna se diluyó en otros compromisos del sector de salud probablemente o en otros compromisos de los países y eso es algo que tiene que retomarse, sobre todo por cuál es el rostro de esa mujer”, señala.
Entre todos los países, Venezuela, Jamaica y República Dominicana son los que más preocupan al organismo de Naciones Unidas, ya que son tres de los cuatro países en el mundo que tienen el mayor incremento en la razón de mortalidad materna.
Del 2000 al 2023 República Dominicana tuvo un incremento del 65 %, Jamaica, del 59 %, y Venezuela, del 162 %. “En todos la razón de las muertes es la calidad de los servicios, como en todos los demás países de la región”, dice Corao.
“En el caso de Venezuela es importante destacar que estas estimaciones tienen un rango de confianza que va del 60 al 80 %, pues se basan en un dato aislado de 2017. El Ministerio de Salud de Venezuela no reconoce esta cifra y señala que el número que está publicado en las estimaciones es más alto de lo que ellos consideran, así que estamos en un proceso de revisión de esta data”, aclara.
Además de esos países, México y Brasil están priorizadas por el UNFPA porque aunque sus indicadores no son tan altos, sí registran una gran cantidad de muertes por tener el mayor número de población, en los que la desigualdad es alta. “Son las indígenas de México y las mujeres de las zonas más rurales y afrodescendientes de Brasil las que mueren”, agrega.
También están priorizados Bolivia y Guatemala, donde el organismo está contribuyendo a fortalecer los cuidados obstétricos de emergencia y el acceso de métodos de planificación familiar.
¿Qué hacer para reducir las muertes maternas en América Latina?
La doctora Corao afirma que para reducir las muertes maternas se debe trabajar desde varios frentes. En primer lugar, fomentar la planificación familiar para evitar, por ejemplo, que la mujer dé a luz todos los años, ya que embarazos separados por menos de 18 meses presentan un alto riesgo de hemorragia.
Es vital también disminuir el embarazo adolescente, ya que una menor de 15 años tiene “un 30 % más de chance de presentar una complicación obstétrica que la lleve a morir que una mujer mayor de 20 años”.
Además, es importante identificar a tiempo y tratar correctamente las complicaciones obstétricas como la hemorragia, la hipertensión inducida por el embarazo, las infecciones y los abortos inseguros.
“En nuestra región la principal causa de muerte materna es la hipertensión inducida por el embarazo, que está asociada a temas nutricionales, a falta de calcio, a sobrepeso, a obesidad, a un mal control prenatal”, explica.
Una situación marcada también por creencias patriarcales que impiden que las mujeres vayan al médico cuando tienen un dolor de cabeza que no asocian con una emergencia obstétrica o que sus maridos no las dejen ir a un chequeo.
“La mujer tiene que saber que ese dolor de cabeza no es porque que se está quejando ni porque simplemente se siente mal. Tiene que decir: ‘No, mira, no es que me quejo, no es que es poquita cosa, es que tengo una hipertensión’. El que se diagnostique a tiempo también implica, por ejemplo, en los ámbitos rurales y sobre todo indígenas, que la comunidad acepte que esa mujer vaya al servicio de salud. A veces el marido no permite que la mujer vaya”, relata Corao.
La especialista de UNFPA señala que se debe garantizar el acceso a métodos de planificación familiar y a servicios de salud con un enfoque cultural, étnico y de igualdad.
“No es lo mismo una estrategia de planificación familiar para una adolescente que para una mujer con tres hijos ni para una indígena o una blanca. Y en el caso del parto, este tiene que ser una experiencia culturalmente y sensiblemente adecuada”, menciona.
“Si nosotros logramos planificación familiar, control prenatal, institucionalización del parto, que las mujeres vayan a los servicios de salud y buenos cuidados obstétricos de emergencia, la reducción de la mortalidad materna es casi 90 a 100 % posible”, agrega.
El aborto inseguro y la mortalidad materna
Con respecto al aborto, la asesora del UNFPA señala que todos los países de la región deben garantizar la atención posaborto, ya que una interrupción del embarazo en evolución o incompleto, así sea espontáneo o inducido, es una emergencia obstétrica.
Pero que en el caso de los inducidos, hay ejemplos de países como Colombia en los que la mortalidad por aborto disminuyó significativamente una vez que fue aprobada la interrupción voluntaria por el embarazo.
“Evidentemente los países con políticas más restrictivas en el marco legal en relación con el aborto tienen muchísimo más abortos de riesgo, porque son hechos fuera del sistema de salud sin ningún tipo de control y por ende la mortalidad por esta razón es mayor”, agrega.
También explica que en países en donde se ofrecen métodos de planificación familiar modernos el acceso al aborto inducido disminuye significativamente.
Pero, además, resalta que es primordial “prevenir el siguiente aborto”. “Si toda mujer o adolescente que llegara a un servicio de salud con un aborto en evolución saliera con un método anticonceptivo, con un dispositivo intrauterino o con un implante colocado probablemente disminuiríamos significativamente las muertes relacionadas con aborto, que es una de las causas que ocurre cuando los embarazos no son planificados o no son deseados”, señala la especialista.
Una prevención que, lamenta, también se hace muy poco en el caso de los embarazos adolescentes. “El 50 % de las adolescentes que tienen un embarazo en la adolescencia van a tener un segundo embarazo antes de cumplir los 19 años”, enfatizó.
“La anticoncepción posevento obstétrico es bajísima en nuestra región. Es menos del 17 %. Es la más baja de todas las regiones también. Y esa es una estrategia en la que el UNFPA está focalizándose en este momento”, menciona.
Corao señala que las muertes maternas no solo son “una tragedia” por el fallecimiento de las mujeres, sino también por las complicaciones que eso trae para el recién nacido. “La mortalidad neonatal y la mortalidad infantil en menores de 5 años es a veces hasta 30 % mayor si muere su madre”, explica.
Un impacto que se expande a otros hijos que pudiera tener la mujer, porque se ha comprobado, dice la experta, que van menos a la escuela, y también a la comunidad y a los países, por la pérdida de vida productiva y lo que podía contribuir en esa mujer en términos de pago de impuestos y otras contribuciones.
Fuente: EFE
Por: Cristina Bazán