Cómo sobrevivir a la Navidad… y a ese pariente incómodo / The HuffPost México / Aglaia Berlutti

Cómo sobrevivir a la Navidad… y a ese pariente incómodo

Artículo de Aglaia Berlutti

 

 

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Foto: Getty Imágenes

 

No solo no deseo casarme, sino que de hacerlo, será bajo mis términos, a la edad que lo decida y probablemente, bajo los términos que encajen mejor en mi vida.

 

Querido pariente irritante:

 

Sé que ha esperado durante buena parte del año por las fiestas navideñas: después de todo, es su oportunidad de demostrar públicamente su talento para la indiscreción, la grosería y la petulancia. ¡Y qué buena cosecha suele ser, esa repartición equitativa de críticas, insultos disimulados y una buena dosis de burla cruel!

 

No obstante apreciado pariente, he de decirle que este año? ?en previsión del posible despliegue de ese amplio repertorio de prepotencia?? he decidido no solo contrarrestar con la misma moneda, sino también, asegurarme que reciba su buena dosis de sarcasmo, malacrianza y cualquier reacción que pueda ser correspondiente a su retorcido encanto personal. Por lo cual, he preparado una serie de respuestas entusiastas y sobre todo, explicativas y detalladas sobre los temas que más parecen despertar su interés. Especialmente si parezco levemente incómoda, abrumada o incluso, irritada.

 

Así que sepa desde ya que a pesar de su preocupación, le informo que mi peso es exactamente el mismo al que tenía última vez que me vio e hizo el incómodo comentario sobre mi aspecto personal. No he aumentado ni perdido un kilo, de manera que su afición por juzgar cómo me veo no tiene mayor asidero. O si lo tiene, carece de verdadera importancia. He aprendido a dejar de luchar contra mi cuerpo, a asumir que comentarios como el suyo, son parte de la natural curiosidad? ?un poco malsana, todo hay que decirlo? ?que nuestra cultura siente por la privacidad del otro. Pero vamos, entiendo le inquiete si la ropa me aprieta un poco más o ya no podré lucir como la modelo que usted jamás ha sido ni será.

 

Por cierto, ¡sorpréndase! Una mujer de mi edad está soltera por decisión propia. Y se siente satisfecha por eso. No se encuentra en una loca y desesperada carrera por colgarse del brazo de algún desprevenido o aterrorizada contando las horas para encontrar a su media ??y al parecer esquiva?? media naranja. Lo está porque disfruta de su tiempo libre, del amor a su medida y cuando le plazca y su vida no se limita a la satisfacción emocional.

 

Tampoco se trata de una crisis de identidad pasajera o que esos kilitos que le preocupan tanto ??de existir? ?impida que cristalice esa gran aspiración suya de intentar empujar al matrimonio a todas sus parientes. Le agradezco la preocupación, pero por ahora mi principal objetivo es encontrar todas las piezas que forman parte de mi vida —?las intelectuales, las físicas, la sexuales? y no únicamente la del interés romántico de turno. Pero ¡gracias por la preocupación! Aquí tiene un poco más de vino para tragar el mal sabor de boca de saber que realmente puedo sonreír sin culpabilidad por el estilo de vida que escogí vivir.

 

¿Le sorprende, preocupa, lamenta mi estado civil? Que agradecida estoy. De verdad, que realmente me conmueve su interés por el bienestar ajeno, pero tampoco me importa demasiado su aparente incomodidad por mis planes futuros. Le digo algo más: no solo no deseo casarme, sino que de hacerlo, será bajo mis términos, a la edad que lo decida y probablemente, bajo los términos que encajen mejor en mi vida. Y con un hombre que no mire el reloj biológico como una carrera de obstáculos que debe cumplir en un despótico orden de ideas.

 

El matrimonio es una institución que no me satisface, que probablemente no lo hará nunca y que no coincide con mis ideales sobre la familia que aspiro tener. ¿Eso le irrita? ¿Le abruma? Lo puedo entender: debe ser desconcertante que alguien intente llevarle la contraria a ese deber biológico que tiene tan asumido, que considera tan necesario. Pero ya ve, en su familia hay quien lo hace. Y mientras toma un sorbo de buen ponche navideño, además.

 

Y sí, también es otro año sin bebés a la vista. Esta no es una noticia para compartir mientras se escuchan villancicos y coplas junto al pesebre de la sala. Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer para distraerme mientras usted me acorrala a preguntas en la esquina de las porcelanas de la abuela? Le cuento entonces: no, mi reloj biológico no comenzará a sonar con un sonoro y fastidioso toc toc para recordarme que debo dejar mis “necedades” de mujer soltera satisfecha y concebir un bebé.

 

No, no tendré una súbita epifanía que me haga cuestionarme mis decisiones personales de pronto por el mero hecho que usted decida pasar las celebraciones familiares cuestionando mi manera de ver el mundo. No, no me siento incompleta, insatisfecha, apesadumbrada. Tampoco cuento los días en que finalmente pueda apoyar mis manos en mi vientre regordete por el mero hecho de complacer sus aspiraciones tradicionales. Pariente ¿Se siente usted bien? ¿Por qué tose así? Tome, beba un poco de vino y conversemos un poco más.

 

Por cierto, debo aclararle que seguiré dedicándome a esa profesión que tanto amo y a que usted le parece tan trivial. Qué cosa tan incomprensible, ¿no es así? Que alguien de mi edad siga siendo en realidad un espíritu insolente e independiente que necesita hacer las cosas a su modo. Y que cree que la mejor manera de hacerlo es creando a diario una manera de vivir que sea consecuente con su opinión sobre el mundo. Pero ¡vamos! claro que entiendo su preocupación.

 

Así que, querido pariente irritante, me alegra ??a pesar de todo?? celebrar otra inevitable reunión familiar con usted. Después de todo, enfrentarme a su acritud y desesperante necedad cada año, me demuestra que no solo me hace feliz ser quien soy sino que además, vale la pena seguir siendo ese idea “de lo que no se debe hacer” que usted parece tener tan claro. ¡Celebremos entonces! Copa en alto y con una sonrisa incómoda en los labios. Aún nos quedan muchos años que compartir.

 

Con amor hipócrita.

 

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