Aunque no es posible datar con exactitud el momento en que –de manera accidental probablemente– se descubrió la cerveza, la mayoría de historiadores concuerdan en que la función de su elaboración recayó primero en las mujeres. En la cultura sumeria, hasta existía una deidad femenina, Ninkasi, a la que se atribuía haber traído al mundo la cerveza. La primera receta de cerveza conocida, de hecho, era un himno a esta diosa.
Con el tiempo, sin embargo, la elaboración de cerveza pasó a ser un privilegio de los hombres, sobre todo a partir de la gremialización de los oficios, en la Edad Media. Algunas mujeres siguieron produciendo a pequeña escala desde el hogar, pero esto desapareció definitivamente en el siglo XIX, con la llegada de la Revolución Industrial, que afectó también a los modos de producción de esta bebida.
No obstante, en los últimos años se está recuperando el vínculo entre mujeres y cerveza. No sólo en el consumo, sino también en la producción. Cada vez más mujeres ocupan cargos importantes en la dirección de empresas cerveceras, conscientes también de la necesidad de contar con una visión femenina en el equipo.
La mujer productora
Tampoco faltan emprendedoras que montan sus propias marcas de cerveza y elaboran ellas mismas el producto, aunque siguen siendo minoría. Según Amaya Campos, responsable de producción de Bergidum, una marca de cervezas artesanales de Ponferrada, el factor físico es importante. “El mundo de la cerveza es muy duro”, cuenta, “tienes que llevar peso y las máquinas pesan la hostia para una mujer… Los sacos son de 25 kilos.”
Campos, que estudió Ingeniería Técnica y se especializó en industria agroalimentaria, empezó en esto de la cerveza con su proyecto de fin de carrera, consistente en fabricar cerveza de castaña de la variedad Parede. La experiencia le gustó tanto que, en 2018, se fue a Madrid a estudiar el Máster en Producción de Cerveza en la Escuela Española de Cerveza y Malta, en el campus de Alcalá de Henares.