La dieta que frena el envejecimiento de las mujeres a partir de los 50 años, según Harvard

Un nuevo estudio observacional de la prestigiosa universidad sitúa, una vez más, al patrón mediterráneo cómo el más efectivo a la hora de reducir la mortalidad

Harvard ha publicado los resultados de una amplia investigación acerca de la mejor dieta para mujeres de mediana edad. iStock

Fuente: La Voz de la Salud
Junio 2024

El estilo de vida tiene un gran impacto en la longevidad. El envejecimiento, como todo proceso biológico, está determinado por una parte ambiental y otra genética. De los dos, el primer factor media en que uno alcance una edad longeva, es decir, que logre cumplir más años; por el contrario, se ha visto que los genes explican los extremos, es decir, aquellos que más allá de ser longevos, son supercentenarios. 

En el apartado alimenticio, la dieta mediterránea es la que cuenta con una mayor evidencia a la hora de reducir la mortalidad por todas las causas y disminuir la inflamación —ampliamente relacionada con el envejecimiento celular—. En este sentido, la Universidad de Harvard publicó, recientemente, las conclusiones de uno de los estudios más amplios y de mayor duración sobre la asociación entre dieta, envejecimiento saludable y longevidad.

Los resultados apuntan hacia una dieta ganadora, que puede reducir en más de un 20 % el riesgo de fallecer por cualquier causa, según recoge la investigación, que se publicó en la revista científica Jama Network Open. Para ello, el estudio de cohortes incluyó a 25.315 mujeres que tenían 54 años de media cuando comenzó el análisis y se les hizo un seguimiento durante 25 años.

Para comprobar la eficacia, los investigadores tuvieron en cuenta 33 biomarcadores de la sangre con el objetivo de medir el nivel de inflamación, el perfil metabólico, la resistencia a la insulina o el índice de masa corporal (IMC). Eso sí, se excluyeron valores como el colesterol  o la glucemia.  

Una vez finalizado, 3.879 personas habían fallecido —935 debido a una enfermedad cardiovascular y 1.531 por cáncer—. Además, el grupo de investigación también realizó una revisión global de 495 metaanálisis, que estudiasen la relación entre varias dietas y biomarcadores cardiometabólicos. 

¿Cuáles fueron sus conclusiones finales? En primer lugar, que seguir la dieta mediterránea puede reducir, en un 23 %, el riesgo de mortalidad. También vieron que las mujeres que habían participado y tenían este patrón presentaban un índice de masa corporal menor, con un estado metabólico más saludable; además, habían adquirido mejores hábitos en general. Por ejemplo, comían una mayor cantidad de fruta, frutos secos, cereales integrales, legumbres y pescado, a la vez que menos carne roja y procesada. 

El estudio, si bien no puede demostrar una causa-efecto porque es observacional, se suma a la larga lista de evidencia que apoya la dieta de la cuenca mediterránea. «Para las mujeres que quieren vivir más tiempo, nuestro estudio recomienda cuidar su dieta», señaló la autora principal Samia Mora, cardióloga y profesora de medicina en la Facultad de Medicina de Harvard. «Seguir un patrón dietético mediterráneo podría dar como resultado una reducción de aproximadamente una cuarta parte del riesgo de muerte en más de 25 años, con beneficios tanto para el cáncer como para la mortalidad cardiovascular, las principales causas de muerte en mujeres y hombres en Estados unidos y en el resto del mundo», añadió. 

La explicación a este fenómeno residió en la reducción de biomarcadores metabólicos y de inflamación en primer lugar, y de manera algo menos significativa, de los niveles de triglicéridos, la adiposidad y la resistencia a la insulina. 

«Los médicos reconocen los beneficios para la salud de la dieta mediterránea y nuestro estudio ofrece información sobre por qué puede ser tan beneficiosa», comentó Mora. Para la experta, este estudio prueba que las políticas de salud pública «deberían promover los atributos dietéticos saludables de la dieta mediterránea y deberían desalentar aquellas que no lo son», indicó. Con todo, reconocen sesgos en esta investigación. Ya que el 95 % de las mujeres eran caucásicas, de mediana edad y profesionales de la salud. 

¿En qué se basa la dieta mediterránea?

Este patrón se caracteriza por un alto consumo de alimentos de origen vegetal y una ingesta moderada de productos procedentes de animales. Mercedes Sotos, doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública, y una de las mayores expertas en este estilo de vida, resumía las características en esta entrevista: «Un elevado consumo de frutas, verduras y legumbres. Los cereales deben ser integrales. La carne tiene que aparecer con moderación. preferiblemente la blanca antes que la roja, y el pescado, de dos a tres veces por semana. En suma, el aceite de oliva virgen extra es la grasa principal», describía. 

Las seis claves de la dieta mediterránea

  1. Un alto consumo de grasas monoinsaturadas, especialmente, el aceite de oliva. 
  2. Una baja ingesta de grasas saturadas de origen animal como la mantequilla, la leche entera y las carnes rojas. 
  3. Un bajo aporte de proteína derivada de animales terrestres, como las carnes rojas. 
  4. Una ingesta moderada de ácidos grasos poliinsaturados (los conocidos Omega-3 y Omega-6) debido a la presencia de pescados, mariscos y frutos secos. 
  5. Un elevado aporte de antioxidantes, que se pueden encontrar en frutas, verduras, vino, aceite de oliva virgen y especias. 
  6. Un alto consumo de fibra, que procede de las materias primas de origen vegetal.

El origen de su relación con el envejecimiento todavía está por aclarar. Aunque se barajan distintas hipótesis, todas ellas están centradas en el potencial efecto antiinflamatorio de los alimentos que la componen: «Un ejemplo son las frutas y las verduras, con un alto aporte de polifenoles y antioxidantes, los cuales disminuyen esta inflamación», contaba Sotos.

Además, aquella persona que siga una dieta mediterránea también incluirá un alto contenido en fibra, «que no solo ayuda disminuir el colesterol, los niveles de glucosa en sangre o a mejorar la resistencia a insulina, sino que también repercute en el microbioma de manera positiva». Precisamente, se cree que cuando esta comunidad de bacterias está desequilibrada, aumentan los niveles de inflamación, alimentando un círculo vicioso.

 

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