Investigación del College of Wooster de Estados Unidos asegura que las mujeres ahora aceptan más su cuerpo. Expertos explican el proceso de aceptación y los pasos que faltan para una aprobación total.
En medio de la cultura fit, obsesionada por las selfies, un estudio revela que hoy en día las mujeres están más satisfechas con su cuerpo y con su peso que en el pasado. A esta conclusión llegaron científicos del College of Wooster de Ohio, Estados Unidos, quienes notaron cambios en la aceptación corporal de 100.228 mujeres, durante más de 30 años.
La investigación, avalado por la Asociación Americana de Psicología, se basó en el análisis de 250 análisis que fueron llevados a cabo entre 1981 y 2012. Los datos arrojaron qué pensaban las mujeres sobre su cuerpo y, concretamente, sobre su peso. De esta forma los expertos comprobaron que mientras la insatisfacción iba disminuyendo gradualmente con el tiempo; a diferencia de la de los hombres, que se mantuvo constante durante el periodo de estudio.
“Aunque las mujeres suelen decir más abiertamente lo insatisfechas que están con sus cuerpos, a diferencia de los hombres, esa insatisfacción se ha reducido notablemente durante estos últimos años”, asegura Bryan Karazsia, líder de la investigación estadounidense.
Las conclusiones de ese estudio no están muy lejos de la realidad colombiana, que empieza a observar los cambios en las perspectivas sobre belleza femenina. Los comerciales son un ejemplo de ello. En redes sociales, en páginas web y en televisión ya es usual que marcas dirigidas a mujeres enfoquen su mirada a la diversidad racial del país. Expertos explicaron cómo ha sido el proceso histórico de aprobación corporal y qué hace falta para hablar de un cambio total.
En el imaginario. La reivindicación del cuerpo de la mujer también tiene que ver con la disminución del imaginario de cuerpo perfecto y de feminidad. “Nosotras estamos construyendo un nuevo concepto sobre nuestro cuerpo. Este no es visto de la misma manera para todas las mujeres. Ahora lo podemos transformar, hacernos cirugías por el consumismo, o aceptarnos gordas, bajitas y con cualquier cabello”, indica la también abogada.
Además de las investigaciones y los innumerables movimientos feministas en pro de la aceptación total de la mujer, en la publicidad también se refleja ese cambio de estereotipo. La marca Dove fue una de las primeras en incursionar en el tema. En 2004 lanzó la campaña ‘Por las mujeres reales’, que mostraba unas 20 mujeres de distinta contextura, tamaño, color de piel y tipo de cabello posaban en ropa interior.
Pero hay otros ejemplos como la firma de prendas Abercrombie & Fitch, que en una reciente campaña muestra a una mujer obesa con el mensaje: “atractiva y gorda”. O la marca Nature que hace unos días presentó un comercial diciendo que “no existe una belleza, sino muchas”.
Y en la moda también se ha notado el cambio. En pasarela ya hay modelos de talla grande -es el caso de Ashley Graham y la colombiana María Jiménez Pacífico-, con síndrome de down, de la tercera edad, andróginas y con enfermedades que marcan el físico como vitíligo.
Sobre este punto, la investigación del College of Wooster señala que “la visibilidad mediática de modelos que van en contra de la tendencia a la delgadez, ha ayudado a explicar los avances en la aceptación del natural cuerpo femenino. Estoy muy optimista sobre el futuro”, concluyó el investigador Karaszia.
El camino de la aceptación. El proceso de reivindicación del cuerpo femenino ha estado compuesto por momentos de avances en partes importantes, pero “luego la sociedad vuelve a cubrirlo”. Así lo asegura el sociólogo Miguel Ángel Hernández.
Los primeros pasos sobre el tema se dieron en el siglo XVIII, en medio de una época de razonamiento, de libertad de pensamiento y libertad sexual, y de la exuberancia del busto. Para el especialista, hubo una apertura hacia la belleza femenina.
Sin embargo, allí también fue cuando apareció el corset, “que yo llamo instrumento de tortura. Tenía unas varillas que buscaban achicar la cintura. De esa manera se veía la parte media del cuerpo de la mujer muy pequeña y caderas muy anchas. De ahí viene el patrón de belleza que hasta ahora existe”, explica Hernández.
Luego, llegó la época Victoriana. Un momento histórico en el que progresaba el capitalismo y la industrialización, pero de profunda represión sexual para las mujeres. “Un periodo puritano y tremendamente represivo. Pero esto cambia al entrar al siglo XX”, indica el sociólogo.
Pero, a pesar de la represión, en ese tiempo se dieron algunos cambios legales en los derechos de la mujer. El derecho a la propiedad, a divorciarse y a la custodia de los hijos fueron algunos reconocimientos que se dieron a las mujeres en ese momento, apunta el libro La era victoriana en literatura, de G. K. Chesterton.
Luego, en los años 20, surgió nuevamente una idea de lucha por la libertad de la mujer. “También fue un momento frenético de liberación y de arte, pero bastante breve. La Primera Guerra Mundial derrumbó esos intereses y se continuó por el camino de la conservación”, afirma Hernández.
El siguiente paso de la reivindicación femenina se da en los años 60. Allí se dio una transformación social donde se cambian los valores radicalmente. Con la revuelta generacional se iba creando una nueva estructura juvenil y contestataria, en contra los valores tradicionales. Algunos conocedores de la época la llamaron la revolución sexual, que estaba más centrada en las mujeres que en los hombres.
El sociólogo dice que esta liberación social está profundamente ligada con “la salida de la mujer al mundo profesional y la academia, luego de parir, criar durante toda la vida y servirle a un hombre”. Con esto coincide la especialista en género, Emma Doris López, quien explica que cuando se habla de la reivindicación de los cuerpos, también se debe hacer referencia al proceso de garantía de derechos que ha venido logrando la mujer desde los diferentes movimientos sociales y feministas en los últimos años.
Según la experta, la mujer se encaminó en la búsqueda de la autonomía desde la academia, la investigación, el arte y la política. Esto, ligado a la autodeterminación y a la apropiación de su cuerpo. “En la medida en la que el género femenino se reconoce y siente su cuerpo como un territorio de libertad, se habla de reivindicación. Esto se traduce en una mujer libre y autónoma, porque antes eran los hombres quienes tenían el poder sobre nosotras y nuestros cuerpos”.
En esta misma década aparece la minifalda, el bikini y la píldora anticonceptiva, que se convirtieron en símbolos de la liberación sexual. “Gracias a ella el placer se separa de la función reproductiva, y supone aún más la autonomía de la mujer. Ella se quitó allí el obligado instinto materno y entra a competir de igual a igual con el hombre”, señala López, directora de la Red de Mujeres contra la Violencia en el Atlántico.
El final aún no llega. A pesar de la larga trayectoria por los derechos de la mujer y los visibles cambios de estereotipos en la actualidad, el camino no acaba, pues el cuerpo de la mujer sigue siendo un objeto sexual en diferentes medios.
“Se han logrado avances, pero producto de las luchas femeninas. No porque el comercio lo haya decidido en el marco de la ideología de género. No es así. Hay progreso, pero no es muy significativo”, puntualiza López.
Y es que todavía la publicidad utiliza el cuerpo de la mujer como un producto mercantil. “Con el agregado de que ahora la figura masculina es también explotada. El mundo comercial es el mundo de la seducción y el cuerpo es un recurso inagotable. Sigue siendo objeto de consumo visual y no creo que vaya a crecer, ni disminuir notablemente”, indica Hernández.
En ese sentido, los expertos lo que explican es que todo se trata del comercio, si crece la población obesa, las empresas se dirigirán a ella para vender. La reivindicación total del cuerpo femenino se dará, entonces, solo a través de la implementación de políticas de Estado.
“Hacia una educación y atención integral a las mujeres. Un gobierno donde exista la garantía de todos los derechos. No es solo defenderlas en lo físico. También existe la violencia social, económica, patrimonial, violencia de participación. La reivindicación debe ser intersectorial y multidisciplinaria. Pero eso se debe dar en medio de un espacio de paz, porque cuando hay violencia hacia las mujeres, esa aceptación no tiene lugar”, concluye López.