Catalina le dio seis hijos a Enrique VIII, con la mala fortuna de que solamente María llegó a la mayoría de edad. Enrique quería un varón heredero y se enamora de Ana Bolena, una joven y hermosa dama del séquito de Catalina
Fuente: El Universal
4 de septiembre 2023
Tan solo duró cinco años como reina y no tuvo descendencia, pero a su paso dejó una estela de historias, algunas verdaderas, otras exageradas y unas pocas muy falsas. El recuerdo áspero de la “Sangrienta María”, como fue bautizada por sus detractores, contribuye entre ellos el famoso escritor Charles Dickens, que contribuyó a consolidar la leyenda negra alrededor de la reina. El coctel “Bloody Mary” es un recuerdo moderno y dramatizado de María I de Inglaterra.
Hija única y consentida de Enrique VIII, fue los ojos de su papá hasta que decidió separarse de su madre, Catalina de Aragón. Catalina fue repudiada por no darle un heredero varón al rey, aunque en Inglaterra no existía la ley sálica que impide a una mujer acceder al trono. La costumbre era que un varón fuera siempre el rey.
Resulta que en su niñez Enrique nunca pensó que el trono de Inglaterra era para él, porque ese puesto le correspondía a su hermano mayor, Arturo. Enrique era un muchacho muy inteligente, curioso y ferviente católico. A los nueve años asistió a la boda de su hermano Arturo con Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos de España, Isabel y Fernando. Con esa alianza, los dos países hacían contrapeso al reino de Francia y se aseguraba que ninguno cayeran en tentaciones guerreras entre ellos.
Pero el destino hace unas jugarretas que nadie espera, y el joven príncipe Arturo murió de una enfermedad espantosa a los meses de casarse y antes de asumir el trono. Su padre, el rey Enrique VII, nombra de una vez a su segundo hijo, Enrique, su sucesor y le pide que mantenga la alianza con España y se case él también con Catalina. El joven Enrique era cinco años menor que su cuñada, pero quedó prendado de ella por su belleza e inteligencia. Muere el viejo rey y dos meses su hijo, ya siendo Enrique VIII, se casa con Catalina de Aragón.
Catalina le dio seis hijos a Enrique VIII, con la mala fortuna de que solamente María llegó a la mayoría de edad. Enrique quería un varón heredero y se enamora de Ana Bolena, una joven y hermosa dama del séquito de Catalina. Con una astucia propia de las almas muy ambiciosas, Ana le promete un varón. Lo manipula llenándolo de esperanzas, pero sin darle favores carnales hasta que se casen. Le asegura que nunca será su amante, sino su esposa.
Enrique VIII cayó en la trampa de la coquetería y se divorcia de Catalina. Por ese capricho sensual, el monarca creó un cisma que lo llevó a separarse de la iglesia católica porque el Papa Clemente VII no le otorgó la anulación de ese matrimonio. Enrique VIII se enfureció, asumió el gobierno de la iglesia en Inglaterra y mandó a decapitar a su primer ministro, el muy católico Tomás Moro, quien luego fue declarado santo mártir.
A todas estas, María, quien tan solo contaba 11 años, sufrió muchísimo el divorcio de sus padres. Decidió seguir el catolicismo de su madre y no el protestantismo de su padre. Por eso, fue despojada de su título de princesa y apartada de la sucesión. También le fue prohibido cualquier contacto con su madre. Enrique VIII había cambiado con ella. No era ya su niña consentida, sino una bastarda. No hablaron durante tres años. La obligó, después de muchas amenazas, a firmar un documento reconociendo su acuerdo con el divorcio y con todo lo que su padre hizo.
La aventura de Enrique VIII con Ana Bolena también terminó mal, y la ambiciosa fue mandada a decapitar por su esposo. Enrique, el anterior “Defensor de la fe católica”, título otorgado por el Papa León X cuando publicó su “Tratado sobre los siete sacramentos”, se convirtió en un cruel y sanguinario monarca con un carácter irascible que se casó cuatro veces más. Su complicada vida personal no impidió que lograra muchas conquistas para Inglaterra, como dominar a Escocia y anexar Irlanda.
Su único hijo varón, Eduardo VI, producto de su matrimonio con Jane Seymour quien murió dos semanas después del parto, nació enfermizo y murió cuando tenía apenas 15 años. Lo sucedió, después de increíbles intrigas palaciegas, su media hermana María I de Inglaterra, quien ya tenía 37 años.
María pasa a la historia negra porque, habiendo heredado la determinación de su padre, trató a sus enemigos sin misericordia. Determinada defensora de la fe católica, en esa época tan violenta y como represalia a persecuciones recibidas, mandó a la hoguera a casi 300 protestantes. El arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, quien había anulado el matrimonio de sus padres, fue uno de ellos a pesar de haberse retractado. La reina murió a los 42 años, nombrando a su media hermana Isabel como su sucesora, iniciando un prolongado reinado de 44 años.