Viudas y divorciadas se juntan para pasar las noches ante la alarma de que crezca la violencia sexual en Marruecos
Fuente: ARA
16 de septiembre 2023
MARRAKECHHafsa barre mientras su madre, Amina, coloca los cartones en el suelo para dormir. Al lado hay una pequeña tienda de campaña verde donde duermen las criaturas. Hace un fresco de final de verano que pone la piel de gallina. Aún hay movimiento en la plaza Tinsmith, en el barrio judío. Como muchas familias que se han quedado sin casa en Marrakech, pasan una noche más al raso. Es la sexta, ya. Sin embargo, a diferencia del resto de familias que hay acampadas, ellas están solas. No tienen ningún hombre ni familiar que pueda protegerlas de unas calles y unas noches que pueden ser especialmente hostiles para las mujeres. La preocupación y el miedo son el sentimiento predominante.
Ambas están en un rincón de la plaza con el resto de viudas y divorciadas. Contando a los niños, son 12 personas. “Nos protegemos y cuidamos las unas de las otras. Aunque sabemos que los vecinos también nos ayudarían si ocurriera algo”, explica Amina. Tiene 40 años y lleva cinco divorciada. Hasta el pasado viernes, vivía con Hafsa y su otro hijo en una habitación alquilada en el Mellah. La gran mayoría de divorciadas y viudas, explica, estaban en este barrio porque es uno de los más baratos. “Fue muy difícil divorciarme. Cuando tienes un marido eres más respetada”, explica Amina.
El divorcio es legal en Marruecos desde 2004, con la reforma de la Moudawana (el código legal que regula los aspectos familiares como la poligamia) aprobada por el rey Mohammed VI con la voluntad de modernizar el país. Aunque dentro de los países árabes esta norma fue pionera en su día, tiene algunos puntos que dificultan la vida de las mujeres. En caso de separación, la tutela de los hijos sigue siendo potestad del padre, aunque la madre tenga la custodia, y, por tanto, cuestiones tan rutinarias como la inscripción escolar de los hijos dejan a la mujer a merced del exmarido. Además, “cuando una mujer se divorcia solamente tiene derecho a casarse de nuevo con otra persona si su exmarido está de acuerdo. Él, en cambio, puede hacerlo cuando quiera”, denuncia la activista feminista marroquí Betty Lagarch.
“Mujeres fáciles”
Antes del terremoto, Amina trabajaba cocinando en uno de los muchos tenderetes de comida que se pueden ver en las calles de Marrakech. “Encontrar trabajo cuando eres una mujer divorciada es muy difícil. Te discriminan y se aprovechan de ti porque saben que necesitas el dinero”, denuncia. Según Lagarch, las mujeres divorciadas sufren el estigma de ser vistas como “mujeres ‘fáciles’, sin valores y culpables del divorcio”.
Hafsa se ha sentado en un taburete y habla con otras mujeres. Aunque sea la sexta noche durmiendo al raso, no ha descuidado su imagen: lleva los ojos pintados con kohl y rímel en las pestañas. Tiene 24 años y lleva un hiyab naranja. Hace unos años tuvo que dejar los estudios universitarios para ir a limpiar casas y ayudar a su madre. “Me hubiera gustado ser enfermera o médica”, confiesa. Pone cara de cansada. “No he podido dormir en toda la noche porque todavía soy virgen y tengo miedo a lo que pueda pasarme. Aún no estoy casada”, dice bajando los ojos. Su madre reconoce que tampoco puede dormir estas noches por la preocupación de lo que le pueda ocurrir a su hija y a ella misma.
La violencia sexual y el acoso son una realidad en las calles de Marruecos. La palabra violación es tabú entre las mujeres con las que hablamos, pero Ghizlan, unos metros más allá, habla sin tapujos: “Tengo miedo de que en cuanto pasen los días en la calle pueda haber violaciones”. Se trata de un pensamiento que no es gratuito: el jueves los medios locales se hacían eco de la detención de un joven de 20 años por incitar a la violencia sexual contra las menores víctimas del terremoto en las redes sociales.
Matrimonios forzados con menores
Kawtar tiene 23 años y es la más joven del grupo que se ha formado en esta tienda. Ha venido a charlar un rato con el resto de mujeres, pero no duerme aquí. Como Hafsa, ella también iba a la universidad, pero tampoco terminó sus estudios. “Solo fui para tener algo de educación, no tenía intención de trabajar de nada. Solo educarme y después casarme”, explica.
En las ciudades es cada vez más frecuente ver mujeres solteras con estudios y emancipadas. También se casan más tarde que en los pueblos. Desde 2004, la edad mínima para contraer matrimonio en Marruecos es de 18 años; hasta entonces se podía hacer a partir de los 15. Sin embargo, los matrimonios con chicas menores “siguen siendo una amenaza muy real”, según Samira Bouhita, responsable de la sección feminista de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH).
La realidad es que la reforma de la Moudawana permite a los jueces marroquíes decidir en última instancia si hacen excepciones en matrimonios de chicas menores de edad. Lo que teóricamente se planteaban como casos “puntuales” se han convertido en comunes. “Lo confirman las estadísticas y comunicados oficiales, así como los informes de las asociaciones humanitarias”, dice Bouhita, quien añade que “es la confirmación del fracaso institucional en esta área”.