Teresa Baró, especialista en comunicación personal, publica una guía para mujeres en el trabajo, con el objetivo de que enfrenten un mundo “que todavía no es igual para nosotras”.
Fuente: Expansión Mujer
Por: Puri Lucena
5 de abril 2024
Teresa Baró dio un giro a su carrera rozando los 40. A los 38 años, dejó su trabajo de dos décadas como docente en una preparatoria, estudió un master en Comunicación, Protocolo y Relaciones Públicas y, cuando vio que ninguna empresa la iba a contratar, ella, con dos hijos pequeños y mucha experiencia dando clases, decidió poner su propia consultoría en marketing y comunicación.
“Tuve unas señales de alarma que me advirtieron de que yo no iba a ser feliz si seguía en el trabajo. Una de ellas era el aburrimiento, tener la sensación de que te estás repitiendo, sobre todo, que no estás aprendiendo. Y no se trataba de un tema de poder ni de dinero, sino, sobre todo, de aprendizaje”, explica sobre lo que le llevó a dar el cambio, hace ya 20 años.
Baró, que acaba de publicar su último libro, ‘Imparables. Comunicación para mujeres que pisan fuerte’ (Paidós), dice que cada año está más contenta de haber dado el paso, a pesar de lo difícil que fue. “La recompensa es enorme, sobre todo porque tú empiezas a liderar tu vida, te vas construyendo tu futuro profesional en lugar de estar a expensas de lo que deciden los demás por ti”, apunta la especialista española.
En su caso, este camino le llevó a emprender, pero señala que no necesariamente debe ser el paso de todas. Lo que sí es necesario, asegura, es formarte, informarte, ponerte en valor y tener visibilidad. Así, si una empresa no cumple tus expectativas, es posible tener la opción de irse a otra. “Si no tengo este bagaje, esta reputación, este conocimiento, no tengo la libertad de elegir”, sostiene.
Expansión: ¿Por qué es necesaria una guía de comunicación para el trabajo específico para mujeres?
Teresa Baró: Porque nos hace falta comunicarnos con buenas herramientas y enfrentarnos a un mundo que todavía no es igual para nosotras. Es un mundo creado por hombres y, muchas veces, pensado para hombres. Y nosotras hacemos incursión en este mundo y a veces nos sentimos fuera de lugar, no nos aceptan tan tranquilamente como quizá esperábamos y necesitamos dominar un estilo de comunicación que ellos normalmente sí dominan y nosotras no, porque es la forma en la que nos ha educado. Hay muchas más razones para este libro, pero sobre todo la razón principal es esta, es tener unas herramientas que nos permitan movernos en un mundo que muchas veces todavía se rige por patrones masculinos.
E: ¿Qué diferencias hay en cómo nos comunicamos las mujeres y los hombres?
TB: Los hombres han sido educados para mostrar seguridad, para expresar valor, valentía, competitividad, para ser visibles, porque ellos han estado en el ámbito de lo público. Además, han estado en la ciencia, en los negocios, en la empresa y todo esto se ve natural, normal en ellos, mientras que las mujeres hemos sido educadas para estar en lo privado, en casa, para cuidar a los demás y, por lo tanto, nuestra comunicación es mucho más relacional, empática normalmente, también tiene que expresar dulzura, docilidad. Y todos estos valores que son positivos en el ámbito de la amistad o la familia, por ejemplo, no son tan útiles en un mundo donde hay mucha competitividad, donde hay que decir las cosas claras, donde tenemos que ser productivos. Y, aunque esto puede parecer un riesgo de masculinizarnos, que no lo es, el poder hablar de una forma más asertiva, más firme, el ponernos en valor, el decir las cosas claras, defender nuestras ideas, nuestros intereses… todo esto es muy necesario y muchas veces no lo sabemos hacer.
E: En su primer capítulo, recuerda precisamente que se espera que los niños sean asertivos, pero las niñas no. ¿Cómo podemos ir modelando esto?
TB: Tenemos que tender a un modelo de comunicación compartido, especialmente en el ámbito profesional. En el ámbito de la empresa, lo que queremos todos es eficiencia, eficacia y poder entendernos, hablar un lenguaje común. Porque muchas veces tenemos la sensación de que no nos entendemos entre unos y otros. Y, por lo tanto, hay que eliminar muchos sesgos de percepción y eso es un trabajo que están haciendo ahora muchas empresas. Cuando decimos que una mujer que dice las cosas de una manera clara y firme es una mandona, la estamos condenando. La estamos etiquetando de una forma negativa, de tal manera que lo que queremos es conseguir que no diga las cosas claras, que vuelva otra vez a su estilo de comunicación, dulce, tierno y, si puede ser, que no diga nada, que no se queje.
E: Es decir, que detrás de esta crítica, de calificarla de ‘mandona’, lo que está detrás es el deseo de invisibilizar de nuevo a la mujer.
TB: Claro, por lo tanto, las mujeres tenemos que ser conscientes de ello, da igual lo que digan de nosotras. Nosotras tenemos claro que tenemos un objetivo, que además podemos ser mujeres directivas, que podemos ser femeninas y, al mismo tiempo, poderosas. Y que además tenemos que defender lo que nos corresponde y nuestros objetivos profesionales.
Pero también hay otros sesgos, como el que dice que los hombres tienen que mostrar siempre seguridad. Pues a lo mejor no, a lo mejor no están tan seguros, lo que pasa es que tienen que demostrarlo continuamente. Por eso, tienen este hábito tan incómodo del mansplaining, que todo el día te están diciendo lo que saben, lo que tienes que hacer tú, cuando tú sabes mucho más que ellos. ¿Eso por qué es? Porque ellos también tienen este peso de que tienen que estar siempre demostrando lo que valen. Justo lo contrario de nosotras, que tenemos esta humildad constante de: bueno, a mi no me gusta presumir, yo temo ser arrogante, yo no hablo de mis éxitos, de mis logros, primero porque no los valoro suficientemente y después para que no me digan que soy presuntuosa. Como ves, el peso de estos estereotipos y de la educación marca constantemente nuestra forma de actuar y de comunicarnos. Son hábitos que tenemos que ir cambiando cada día.
Cuando decimos que una mujer que dice las cosas de una manera clara y firme es una mandona, la estamos condenando. La estamos etiquetando de una forma negativa, de tal manera que lo que queremos es conseguir que no diga las cosas claras, que vuelva otra vez a su estilo de comunicación, dulce, tierno y, si puede ser, que no diga nada, que no se queje.
TERESA BARÓ
E: Mencionas esta parte de la masculinización. Y muchas mujeres, cuando llegan a puestos de liderazgo, empiezan a dudar sobre cómo debe ser su estilo. Y para muchas la respuesta es imitar el de un hombre. ¿Por qué hacemos esto? ¿Y existe un liderazgo femenino y uno masculino?
TB: Yo no soy partidaria de usar el termino liderazgo femenino, porque esto sigue diferenciándonos, sigue etiquetándonos como si fuéramos diferentes y, para mí, solo hay un liderazgo, el liderazgo bueno, da igual quién lo ejerza. Es un liderazgo que es constructivo, democrático, empático y eficaz en resultados, porque no olvidemos que estamos en el mundo de la empresa, y tenemos que conseguir unos objetivos. Tenemos que llevar a nuestro equipo a conseguir un objetivo, pero hacerlo de forma que todo el mundo se sienta comprometido, feliz, cómodo y, sobre todo, respetado. Y esto no es ni masculino ni femenino. Y creo que las mujeres sí tenemos que aprender algunas cosas, algunas virtudes de los hombres, porque ellos hace años, siglos, que están en el mundo de los negocios y hay cosas que sí podemos aprender de ellos.
E: ¿Crees que esto está cambiando un poco con las nuevas generaciones?
TB: Hay un cambio significativo y hay muchos hombres que están haciendo esfuerzos, y digo esfuerzos porque es algo que muchas veces tiene que ser consciente y racional, por conseguir esta igualdad real. Porque ellos ven los beneficios de que la sociedad sea más equitativa. Y, además, porque todo hombre tiene a una mujer al lado, sea la madre, la pareja, la hija… Y estos hombres, la mayoría de ellos, yo diría, aunque muchas veces no lo reconocen, quieren potenciar a estas mujeres que aman. Y, por lo tanto, se están cambiando cosas. Pero esto es muy a nivel racional y diría, incluso, teórico, porque en realidad en el inconsciente tenemos tantos patrones integrados, también las propias mujeres, que no nos damos cuenta y son actitudes fruto de un machismo heredado, que a veces cuesta incluso identificar estas actitudes y estos comportamientos. Las nuevas generaciones están cambiando muchas cosas, pero no a la velocidad que probablemente querríamos. No es un cambio que se pueda hacer en una generación, probablemente necesitaremos más.
E: Hablamos mucho a la hora de construir liderazgo de inteligencia emocional. Y muchas veces parece que somos las mujeres las que tenemos que contener nuestras emociones cuando estamos liderando un equipo y a los hombres se les permite que se dejen llevar por esta emoción, porque es más agresiva y se asocia con el negocio. ¿Por qué deberíamos impulsar que los hombres aprendan esta forma de comunicación?
TB: Bueno, porque me parece que el mundo sería un lugar mejor sin tanta agresividad. Pienso que las mujeres tenemos una responsabilidad muy importante, sobre todo estas nuevas generaciones, de acceder a puestos de poder tanto en la empresa como en organizaciones no gubernamentales o en la política. Porque si las mujeres accedemos a puestos de poder yo creo que podemos cambiar muchas cosas en el mundo y eso lo vemos, por ejemplo, en muchas de las mujeres que en estos momentos están gobernando, como Jacinda Ardern [la primera ministra de Nueva Zelanda]. Si accedemos a puestos de poder, podemos cambiar muchas cosas, este estilo de liderazgo y el mundo sería un lugar mejor.
Voy a poner un ejemplo. Este hecho, este acto de ‘valentía’ que se supone que es la bofetada que le ha dado Will Smith a Chris Rock, desde mi punto de vista, es una reacción que no debería tener lugar. Caer en la provocación, porque yo no digo que Rock haya actuado correctamente, pero la reacción agresiva y violenta, además una agresión física, eso no debería tener lugar nunca. Y esto, en estos momentos, probablemente solo lo hace un hombre o tiene más tendencia a hacerlo los hombres. Y además con el pretexto de defender a una mujer. Me parece que las mujeres tenemos mucho que decir en cuanto a nuevos estilos de comunicación, liderazgo, comportamiento, de gestión, de organizar las cosas y, sobre todo, de ver la sociedad. Probablemente, las ciudades serían diferentes si gobernaran más mujeres, las organizaríamos seguramente de una forma más equitativa, más habitables, no tan enfocadas solo al negocio especulativo, probablemente. Creo que hace falta mucha más sensibilidad femenina.
E: ¿Cómo pueden las mujeres aprovechar a su favor las diferencias que muchas veces se ven como algo negativo o que frena su carrera, por ejemplo, la experiencia y el aprendizaje de la maternidad y la gestión del tiempo en el trabajo?
TB: Las mujeres tenemos unas habilidades muy bien entrenadas porque nos hemos visto obligadas a hacer muchas cosas a la vez, a estar en diferentes frentes, somos muy resilientes, somos muy perseverantes y además somos muy exigentes. Así que todo esto son habilidades que sí podemos trasladar al mundo de la empresa, pero no nos engañemos: el tiempo es un recurso y si tú tienes poco tiempo, tienes menos recursos. Menos recursos para formarte, para dedicarte a un proyecto importante, para viajar si tu trabajo necesita que viajes. Y no tener este tiempo es una desventaja y no podemos negarlo. Y, además, hay otra cosa: se nos ha vendido que las mujeres tenemos una habilidad para hacer varias cosas a la vez, pero esto es mentira y lo explico en el libro. Está demostrado por los estudios que la idea de que somos multitasking, este mito de la superwoman no existe. Las mujeres, igual que los hombres, podemos hacer dos cosas que no sean incompatibles a la vez. Yo puedo estar fregando platos y escuchando un podcast. Pero lo que no puedo hacer es estar trabajando en algo serio o estar en un curso virtual, y además cocinar, atender mensajes del colegio u organizar las comidas de la semana. Esto no puede ser. Por lo tanto, para mi una asignatura pendiente de las mujeres es reivindicar su tiempo y el valor que tiene su tiempo, porque muchas veces no le ponemos ni siquiera precio y el tiempo está cuantificado en dinero. El tiempo, en la sociedad que vivimos, nos guste o no, tiene un valor económico. Y las horas dedicadas al cuidado tienen un valor económico y no nos está remunerado este tiempo.
E: En el libro hay una frase: ‘Trabaja menos, véndete más’. ¿Cómo podemos vendernos mejor?
TB: Nos vendemos cuando somos capaces de hablar de lo que sabemos, de lo que bien que trabajamos sin avergonzarnos de ello. Cuando lo podemos explicar tranquilamente y sin arrogancia. Cuando podemos hacer público algún logro o nuestros propios conocimientos, por ejemplo publicando post interesantes en las redes sociales, acerca de un premio que hemos recibido, de un curso que hemos hecho… Pero nos podemos hacer más visibles internamente, en las reuniones, participando más, defendiendo nuestras opiniones, situándonos en espacios donde se nos vea y no en rincones, hablando alto y claro. Esto es una forma de venderse, en lugar de hablar dubitativamente, de una forma muy modesta y discreta, a veces hasta con falsa modestia, porque nosotras estamos muy seguras de lo que vamos a decir, pero tenemos que simular que somos humildes. Mientras que ellos, como están educados para expresarse con seguridad, aunque no estén seguros de lo que están diciendo, siempre van a venderse mejor. Y eso es una clara desventaja, porque si un superior me tiene que elegir a mi y no conoce lo que hago y lo que está haciendo mi compañero, pero él se vende mejor, está claro que él tiene ventaja.
E: Otro tema que aborda en el libro es cómo decir ‘no’. ¿Por qué nos cuesta tanto decirlo y cuál es la mejor forma de hacerlo?
TB: Nos cuesta decir ‘no’ porque nos han educado para ser sumisas, dóciles y, sobre todo, para agradar a los demás. Y un no no le gusta a nadie, por eso no nos gusta decir ‘no’ y no nos gusta poner límites, nos da un poco de miedo. Incluso cuando alguien no está molestando con sus comentarios o porque se acerca demasiado, nos cuesta a veces poner estos límites. ¿Por qué? Porque tenemos que resultar siempre agradables, tenemos que ser amables, serviciales. Pero esto es algo que ya forma parte, o debería formar parte, del pasado, porque ahora mismo nosotras podemos decir ‘no’ cuando algo no nos interesa y no tenemos que temer la respuesta de la otra persona, no tenemos que temer el conflicto. Porque muchas veces lo que nos pasa es que no queremos generar esta tensión. Esto es un hábito. En el momento en que empiezas a concienciarte de que tienes unas opiniones, unos derechos y que tienes que defenderlos, empiezas a decir ‘no’. Los primeros cuestan un poco, los demás ya no cuestan. Y por eso es tan importante que empecemos en algún momento. Veremos que no solo no pasa nada, sino que vienen muchos beneficios después.
E: ¿Qué es la brecha de confianza de género que también mencionas?
TB: Pensamos que llegará un momento en el que no somos capaces de asumir determinados puestos directivos. Ahora la fuerza laboral de la mayor parte de los países occidentales es femenina, sobre todo en algunos sectores, pero cuando entramos a cargos directivos desciende notablemente la presencia femenina. Y aquí hay varios factores, se dice que uno es la maternidad, que no se confía en nuestras capacidades de liderazgo en las empresas, pero muchas veces también las propias mujeres no confían en ellas mismas para ocupar estos puestos de liderazgo. ¿Por qué? Porque no nos vemos como líderes, no nos han educado para esto. Nos han educado para estar detrás de o al servicio de. O para estar en tareas de mucha responsabilidad pero más en la sombra. Esto es un tema de confianza en nosotras mismas. No le pasa a todo el mundo, hay mujeres que sí tienen la confianza en sí misma, pero hay factores que las apartan de ciertos puestos directivos, especialmente a partir de cierta edad.
E: Y aquí también es importante crear esta marca personal y comunicarla.
TB: La marca personal es una de las grandes herramientas que tenemos las mujeres profesionales para defender nuestras carreras y nuestro futuro. Yo tengo que hacer todo lo posible para poder elegir la empresa donde voy a trabajar y mi puesto de trabajo y mi destino. Para poder elegir, tengo que tener un buen CV, estar preparada pero, sobre todo, quien me contrate me tiene que ver como un valor. Y para que me vean como un valor, tengo que trabajar mi marca personal. Si no me conoce nadie, puedo estar entre otras muchas personas con un buen CV, parecido el mío. Y ya no hablemos de las redes, de estar en algunas redes o al menos en algunos ámbitos. Si tienes una marca fuerte, aunque sea solo en tu sector, si te han reconocido unos méritos, tú no vas a buscar nada, sino que es la gente la que viene a buscarte a ti. Te viene a buscar un headhunter o una editorial para que publiques un libro. Y esto es un bucle que va in crescendo. Pero, claro, tú tienes que empezar, porque las cosas no vienen solas. ¿Cómo te va a buscar la gente si no te conoce? Tienes que hacerte un plan, hacer todo lo posible para tener esta visibilidad y sobre todo también para dar la imagen que tú quieres dar. Eso se llama en marketing ‘posicionamiento’. Yo tengo que buscar mi posicionamiento en el ámbito laboral, en función de mi personalidad, de mis valores y, muy importante, del sector en el que estoy.
E: ¿Se ha vuelto más complicada la comunicación para las mujeres con el trabajo a distancia?
TB: Nos ha afectado mucho y además en negativo, porque probablemente aunque tanto el hombre como la mujer estaban en casa, teletrabajando, la mujer ha sido la que se ha seguido ocupando de los hijos y esto le ha llevado a situaciones de estrés, cansancio, incluso a la depresión. Pero, además, ahora que hemos vuelto a la presencialidad, muchos trabajos han permanecido como híbridos, pero hay muchas mujeres que han visto la comodidad de conciliar y estar en casa y han perdido presencia en el lugar de trabajo físico. Y eso significa pérdida de visibilidad, porque la información clave en una empresa circula en el momento del café, en la máquina de fotocopias, en los pasillos, en reuniones informales y si no estás, no te enteras de nada, pierdes información muy importante y que te ayuda a tener capacidad de influencia en los demás y de estar enterada de lo que está pasando. Y por otra razón: si no te ven, no se acuerdan de ti, por muchas reuniones virtuales que hagas. Es importante este contacto presencial. Y otra cosa importante es que en las reuniones virtuales hay mujeres que no encienden la cámara, que no participan, y hay que participar activamente. Es otra forma de mantener esta visibilidad. Tenemos que prepararlas bien, participar desde el primer momento, no apagar la cámara, hacer todo lo posible para no quedar en la sombra, en el olvido.
E: ¿Qué pueden encontrar los hombres que decidan leer este libro?
TB: Van a comprender cómo nos sentimos las mujeres hoy en día en la empresa, qué dificultades tenemos y, sobre todo, conocerán nuestro estilo de comunicación. Es importante que lo lean porque nos ayudarán a encontrar este punto de encuentro, estas sinergias que seguro podemos tener entre hombres y mujeres. Y, muy importante, los hombres pueden regalar este libro a las mujeres que aman, porque las van a ayudar muchísimo. Se van a empoderar y no hay que tener miedo a esto. Hay hombres que tal vez tienen miedo de este poder de las mujeres. Y no se trata de esto, sino de construir entre todos una sociedad mejor y, al final, cuando las mujeres empiezan a liderar, se ha comprobado que las empresas tienen mejores resultados y no solo las empresas, sino la sociedad en conjunto.