Lina María Hurtado se pronuncia sobre su derrota, cuenta cómo ha recibido los comentarios alrededor de su favoritismo en el reinado y de cómo ser casada y con hijos inclinó la balanza en favor de la representante de Casanare.
Fuente: Semana
5 de septiembre 2023
Lina María Hurtado, la representante de Buenaventura en el pasado Miss Universe Colombia, fue la gran favorita de muchos a lo largo del certamen. Por ello, las redes estallaron con mensajes de decepción, el pasado sábado en la noche, después de la ceremonia de coronación, cuando la representante del principal puerto del Pacífico terminó de primera princesa.
Quedó por detrás de Camila Avella, de Casanare, quien se coronó como Miss Universo Colombia 2023, mientras que como virreina quedó Daniela Parra, quien concursó por Norte de Santander.
Pero, más allá de su despampanante belleza, esta vallecaucana de 24 años, hija de maestros y comunicadora social con maestría en Estudios Culturales, buscaba que su participación en el reinado se convirtiera en una plataforma para empoderar a miles de mujeres del Pacífico que desde niñas viven el racismo en carne propia y se sienten menos bellas por su color de piel.
Lina, que algún momento quiso “blanquear” su apariencia, no solo empodera a niñas y jóvenes, sino que trabaja por mejorar la imagen de su ciudad natal,desde su labor en la Cámara de Comercio de Buenaventura, “un sector en el que veo a gente resistiendo ante las extorsiones, pero manteniendo sus empresas y generando empleos”.
En entrevista con SEMANA, Lina Hurtado, a quien muchos creen que le robaron la corona, habla por qué ser bella va más allá de la simple apariencia física.
SEMANA: Lina, ¿siente que le robaron la corona?
Lina Hurtado: Realmente no, me siento muy satisfecha con el trabajo y la decisión que se tomó. Sé que el jurado hizo lo mejor posible para tomar esa decisión de quién iba a representar a Colombia en Miss Universo.
SEMANA: ¿Qué cree que le faltó para ser elegida Miss Universe Colombia?
L. H.: Los certámenes de belleza han cambiado. Ahora se le da más importancia a quiénes somos, nuestras historias, a los proyectos que llevamos a cabo como reinas. Hace unos años, el cuerpo tenía un porcentaje mucho más alto y en este certamen solo valía el 5 %. Se le dio más valor a la entrevista con el jurado y a otros elementos como la actitud y el empoderamiento. La competencia estuvo muy reñida, no solo por mi compañera Camila, sino por las 24 candidatas que teníamos demasiado por decir. Yo, como líder social, lo que hice fue visibilizar a todo el Pacífico y contar las historias detrás de cada mujer negra que hay en Colombia. Camila Avella representa esa otra cara, la nueva etapa de los certámenes de belleza recibiendo a mujeres casadas y con hijos. Y esas son cosas que tienen mucho peso en la actualidad. El jurado no la tuvo muy fácil, fuimos muy buenas competidoras. Y esos pequeños detalles, al final, marcaron la diferencia.
¿Cree entonces que los jurados buscaban precisamente mandar un mensaje con las características de la actual Miss Universe Colombia 2023, que está casada y con hijos?
L. H.: Creo que sí. Nosotros estábamos participando para contar nuevas cosas y lo diferentes que tenía cada una. Unas compañeras hablaban de la comunidad LGBTI, otras de las problemáticas en La Guajira. Yo estaba hablando del Pacífico y cómo podemos plantear soluciones para mejorar las condiciones de vida en las que vivimos. Al final nos escucharon a todas y todas las historias fueron valiosas e importantes. Insisto, el jurado no la tuvo fácil. Y la entrevista con el jurado tuvo un valor del 45 %, a diferencia de otros aspectos.
SEMANA: ¿Se sintió intimidada en esa entrevista?
L. H.: Cero. Yo llevaba cinco años con este proyecto en la mente. Luego fue un año de concurso, desde que me nombraron Miss Universe Buenaventura. Y entonces tener solo minutos para contar nuestras historias fue como me quedó faltando tiempo. El jurado fue abierto a escucharme. A mi proyecto social, que es vivir para servir. Siento que son cosas del destino.
SEMANA: ¿Qué opina de los cambios que ha incorporado el reinado?
L. H.: El mundo ha pedido durante mucho tiempo un cambio en el sector de la moda, de la belleza y los concursos. Durante muchos años, las feministas estuvieron diciendo: ‘salgamos de los estereotipos. Dejen de buscar mujeres talla 2 y talla 0. Y empezaron a buscar otros tipos de cuerpos. Otros pedían que se dejara de instrumentalizar a las mujeres. Yo soy una mujer feminista y también me cuestioné hacia los reinados de belleza, pero siento que Miss Universe Colombia está buscando líderes, y esos liderazgos no tienen tallas, tienen voces. Y esas voces pueden estar en el cuerpo de una mamá o de una chica de 18 años. Soy una mujer afro y decidí que no iba a hacer transformaciones en mi cuerpo para verme más delgada y modificar la forma de mis caderas; no tengo medidas de 90-60-90, y ¡eso es lo que hay! Utilizo mis trenzas y mi cabello rapado y con eso inspiro a otras personas. Eso manda un mensaje y esas son las realidades que hay que decir. Lo mismo pasa con las madres: la vida de una mamá no se detiene jamás, sino que sigue luchando, trabajando, empoderándose, sacando a sus hijos adelante. ¿Entonces por qué no ser reina al mismo tiempo que se es mamá?
SEMANA: Usted dice que no es 90-60-90, pero tiene una belleza impactante que generó admiradores en las redes y en las calles. Por eso fue que muchos se sintieron defraudados por el resultado…
L. H.: Por genética, mis caderas son más grandes, se salen de lo que el mundo de la moda suele mostrar. Quería que cada persona que me viera encontrara una cualidad similar a sí mismos. No quería mostrar un cuerpo que se volviera un modelo que otras mujeres quisieran tener, y que les impliquen dietas y cosas extenuantes para bajar de peso. No quería inspirar eso, sino amor propio. Lo que la gente elogiaba de mí era la seguridad que proyectaba. Ver videos de niñas afro frente al televisor tratando de imitarme en el reinado. Eso para mí fue: lo logré. No obtuve la corona, pero esas imágenes fueron el mejor premio. Mis estudiantes, cuando uso mi cabello al natural, me preguntaban si no me daba pena salir en Tv con mi pelo afro. Y ellas me contaban que no les gustaba. Y eso quería: inspirar, que me vieran más como una líder que como una reina en traje de baño. En Buenaventura había 2000 personas en el único parque que nosotros tenemos, viviendo esa noche de la coronación, lo que significaba que una mujer del puerto estuviera allí.
SEMANA: Pero, no nos deje con la duda. ¿Cuáles son sus medidas exactas?…
L. H.: Son 86, 59, 95…
SEMANA: Toda esta gente la elogia por su extraordinaria belleza, pero hubo un tiempo en que usted, según ha confesado, odiaba ser negra. ¿Por qué?
L.H: Eso me pasó cuando estaba en la infancia. Mis papás trataron en lo posible de mostrarme lo valioso que era ser una mujer negra, de cuánto me tenía que amar y aceptarme. Pero, los niños eran crueles y había bullying y me costaba aceptarme tal y como era. Siempre llegaba del colegio con ganas de arrancarme la piel y fue un proceso difícil. Y poco a poco fui haciendo la transición de entenderme, amarme, quererme y tratar de comprender lo que es el racismo estructural. A los 15 años llegué a vivir sola a Cali, a estudiar en la U, después de ser una hija muy amada y cuidada, y me enfrento nuevamente a una ciudad que no era amable con las personas negras. Fue ahí que empezó mi activismo con distintas organizaciones.
SEMANA. ¿Y es verdad que en algún momento llegó a usar Clorox para blanquear su piel?
L. H.: Lo hacía a escondidas de mis padres. Y lo usaba porque se supone que es un blanqueador y lo blanco era lo bueno. Siendo niña, y en medio de lo ilógico que podía ser, me lo aplicaba y me frotaba. Y me hice mucho daño en la piel. Y ahora intento devolverle a mi cuerpo esa deuda y ese amor propio. Y lo hago contándoles a otras niñas que han pasado por lo mismo ―porque me lo han dicho en mis redes sociales― que hay otros caminos. Muchas de ellas me dicen que incluso se han enfermado por hacer esas cosas. Es algo que sigue pasando. Ahora mismo estoy iniciando con mi marca de productos para el cuidado de la piel y el cuerpo. Para inspirar a otras niñas y que haya una resignificación de quiénes somos.
SEMANA: Usted es educadora como sus papás, incluso desde muy joven se dedica a esta labor…
L. H.: Y lo que veo a veces en las aulas de clase es desesperanza. Me dicen: ‘profe, quiero ser doctora, pero no hay posibilidad’. Y no es que crezcan con resentimiento, es que a veces no tienen alguien que les demuestre lo contrario. Que sí se pueden lograr las cosas. Yo tampoco la tuve fácil. Logré mis estudios universitarios a través de una beca para población vulnerable de Buenaventura. Sin eso no lo hubiera logrado.
SEMANA: Más de uno, desde ahora, querrá ser su alumno…
L.H: Yo inicié en la Escuela Taller de Buenaventura, que es el Ministerio de Cultura. Daba clases de márketing digital a los jóvenes que aprendían de gastronomía y carpintería. Luego llegué a la Fundación Acción Social Popular, que lidera escuela digitales campesinas que llega a los lugares más recónditos de Colombia. Allí trabajé con jóvenes sobre derechos humanos. Y después llegué a la Cámara de Comercio, donde trabajo con emprendedores de Buenaventura.