Fuente: EFE
Por: Ane Amondarain
28 noviembre 2024
La psicóloga social y comunitaria experta en atención a víctimas de la violencia machista, Júlia Masip Serra, pone en valor la importancia de la autoidentificación, del ‘a mí también me pasó’, en los procesos de recuperación de víctimas de violencia machista y, en particular, de violencia sexual, para lo que considera que es de ayuda participar en la técnica de la intervención grupal junto con otras mujeres que han tenido vivencias similares.
“Ellas ponen nombre a lo que les pasa cuando lo ven en las otras, las otras son su espejo. La intervención grupal, que es entre iguales, entre integrantes que han sufrido o sufren de lo mismo, ayuda a que muchas, que no se dan cuenta de lo que les pasa, escuchen a otras y esas frases les resuenen porque les está ocurriendo algo similar. Así identifican diferentes tipos de maltrato y conectan con sus emociones y también con sus fortalezas, porque se dicen cosas muy potentes las unas a las otras”, explica en una entrevista a Efeminista Masip Serra.
“Aparte de intervenir con ellas e irlas guiando, este es un grupo de soporte entre ellas. Es un espacio donde se dan apoyo cuando una llora o cuando a otra le da un ataque de ansiedad. Todas puedan entender perfectamente lo que les ocurre a las otras”, continúa.
Atención psicológica a niños y niñas de víctimas de violencia machista
Masip Serra, quien cuenta con más de 30 años de experiencia en servicios sociales atendiendo a víctimas de violencia machista en la ciudad de Barcelona define la intervención grupal como un método “ágil, eficaz y rápido” en los procesos de sanación de las mujeres participantes. Aunque reconoce que en ocasiones se necesita más de un año para convencer a muchas de ellas a que formen parte de esta técnica.
Además, relata que al mismo tiempo que se hace intervención con ellas también se presta atención psicológica a sus hijos e hijas mediante ejercicios lúdicos para conocer cuáles son sus necesidades y si han presenciado episodios violentos de sus padres hacia sus madres.
La experta explica que estos encuentros suelen tener una duración completa de medio año con una sesión por semana. Durante la primera parte del proceso se dan a conocer, durante la segunda es cuando empiezan a tratar los temas que más preocupan a las integrantes y, por último, en la fase final, trabajan en el empoderamiento, el fortalecimiento del autoestima y la superación de lo vivido de cara a futuro.
Pero el proceso no acaba aquí, aclara Masip Serra, quien asegura que una vez finaliza el proceso se realizan llamadas periódicas a las mujeres para realizar una evaluación de su estado emocional y ver si han podido avanzar o si aún necesitan recibir atención psicológica.
La difusa línea entre la violencia sexual y la violencia psicológica
En lo que respecta a la violencia sexual, la psicóloga apunta que muchas de la mujeres que acuden a los grupos encaran dificultades para identificar la violencia sexual más allá de la más explícita porque, como sostiene, la violencia sexual también puede estar muy ligada a la violencia psicológica.
“Recuerdo una señora mayor que explicaba que su marido cada mañana al levantarse le preguntaba por con cuántos hombres se había acostado y la llamaba puta. Eso es violencia sexual y no la tocaba. La violencia sexual no sólo es ejercer la sexualidad hacia ellas con presión y con dominio, sino también decirles que están gordas o secas y que ya no les sirven, o decirles que no las van a tocar nunca más porque les dan asco. Esto también es violencia sexual, aunque sea psicológica”, asegura.
En este sentido, afirma, que en base a su experiencia, es muy frecuente que los agresores de las mujeres que denuncian violencia sexual sean sus parejas. En España, de acuerdo con datos de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, de 2019, el 86 % de las mujeres que han sufrido violencia sexual por parte de su pareja actual, relatan que ha sucedido en más de una ocasión.
Masip Serra apunta que al interior de la pareja este tipo de agresiones se suelen dar mediante la presión y la insistencia de mantener relaciones sexuales, situaciones ante las que muchas mujeres ceden para que se callen y dejen de ejercer más violencia, anota la psicóloga. Aunque incide en que ceden sin consentimiento, ya que lo hacen obligadas.
Entre las consecuencias de haber vivido estas situaciones se encuentran, además de tener dolencias graves en las zonas genitales, no poder recuperar por mucho tiempo su propio placer y goce sexual, destaca la psicóloga.
Falta que los agresores se involucren
Masip Serra, quien también ha ejercido por más de diez años como profesora en el Máster de Intervención Psicosocial de la Universidad de Barcelona, afirma que en la última década se ha avanzado mucho en la intervención grupal.
Sin embargo, lamenta que desde que publicó, junto a la investigadora Neús Roca Cortés, Intervención grupal en violencia sexista. Experiencia, investigación y evaluación (Herder, 2011), apenas se han dado pasos hacia delante en lo que respecta en la participación de los hombres en la identificación y erradicación de estas violencias.
“En Barcelona está el grupo Plural de atención a hombres, y donde se tratan temas como las nuevas masculinidades, prevención de la violencia machista, identificación de la ira y la agresividad… Pero los agresores no quieren acudir. Sin embargo, en Brasil los hombres que han ejercido violencia machista están obligados a la intervención grupal y las víctimas son las pueden participar o no. En cambio, aquí a los hombres no se les obliga a no ser que haya una denuncia o estén en prisión”, explica.
La psicóloga lamenta que “mientras la mujer denuncia y ya está con abogados especializados y en tratamiento con psicólogos, ellos están libres y sin participar en ninguna intervención”.
Es por ello que exige regular esta dimensión para que los agresores también se involucren y se traten de prevenir las conductas machistas en agresores potenciales “porque esto no tiene freno”, incide. “Además sigue con fuerza porque siguen matando a mujeres. Algo no hacemos como deberíamos”, concluye.