Fuente: La Patilla.Com
Por: Elizabeth Gutiérrez |
Existen lugares remotos de Venezuela que nunca antes hemos explorado y por suerte se mantienen intactos sin importar los años que pasen. La majestuosa Cueva de Kavak es un ejemplo de estos incontables destinos que durante décadas fue considerado un paraje sagrado y actualmente pasó a ser un gran atractivo para excursiones alucinantes. Abrazada por la belleza del Parque Nacional Canaima, al borde del Auyantepui, la gentileza de la comunidad pemón y el riesgoso recorrido a través de la inmensa sabana. Pero, ¿qué secretos rodean la cavidad?
La respuesta está en la riqueza de sus leyendas y el valor cultural que representa. Cuentan que ni los más osados pudieron cruzar los límites para enfrentar un ser místico que allí habitaba. Valentina Quintero expresa lo peculiar de este paraje y su esencia de la forma más especial. Escucharla, es trasladarse a un mundo sin igual, de elevadas paredes con curiosas formaciones rocosas que delinean el paso a sus entrañas. Algunos rayos de luz se filtran desde la parte más alta e iluminan sus aguas con colores irreales. Su acceso puede resultar algo complicado por la fuerte corriente. Saber nadar no te garantiza llegar al final, solo puedes lograrlo si la naturaleza te invita a pasar.
La Cueva de Kavak, que también fue bautizada por muchos como “Cueva Misteriosa” o “La Gran Garganta”, es uno de los recorridos que ofrecen a los visitantes que se dirigen a Canaima y la única manera de ingresar es en avión. Según contó Valentina, es un paseo que dura 20 minutos, suficientes para grabar en la memoria uno de los mejores espectáculos mientras atraviesa los tepuyes desde las alturas y se aprecia de cerca el imponente Salto Ángel.
El único lugar desde donde salen vuelos para esta comunidad pemón es en Canaima y tiene un costo aproximado de 300 dólares por persona.
“Tienes que ir en avión, en avionetas pequeñas. Lo ofrece solamente la gente de Waku Lodge en un Caravan que ellos llevaron para allá y es como para 11 personas. La gente que va a Canaima puede ir el jueves y regresar el domingo, o puede ir el domingo y regresar el jueves. Si vas de domingo a jueves mucha gente hace el trayecto de Kavak, porque es una buena opción. Vas en la mañana después de desayuno, luego vas a la cueva, almuerzas en Kavak, que siempre es el mismo almuerzo: el pollo embarazado, como le dicen los pemones, y les queda buenísimo con arroz y ensalada rallada, y finalmente te regresas”.
Apuntó que hubo una época en que Aerotuy ofrecía ese paseo y lo hacían directamente desde Caracas. “Esa fue una época muy buena para la comunidad, porque iba muchísima gente”.
“Una vez hicimos un viaje con la gente de Akanan, que era una operadora que ahora como que se están activando otra vez, pero yo lo diseñé para que llegáramos a Kavak y después nos fuéramos a Uruyén, luego a Kamarata. Era un grupo como de 20 personas en un diciembre, y después de Kamarata bajáramos por el río Akanan hasta el río Carrao y de ahí subíamos al Auyantepui. Ese fue de los viajes más bellos que hayamos hecho, porque hay que esperar para llegar al Salto Ángel, te lo tienes que ganar, es como una expectativa y estás todo el tiempo al borde del Auyantepui”.
Un paraíso místico
Quintero admitió que no acostumbra a contar las veces que vuelve a un destino venezolano. Pero recordó con exactitud que recientemente fue en tres oportunidades porque estaba a cargo de un diplomado sobre turismo sostenible dirigido a los pemones.
“Kavak es una comunidad pemón que vive del turismo básicamente desde hace un montón de años. Hay como tres campamentos allí, pero la gente no suele quedarse a dormir. Es básicamente para ir a conocer la Cueva de Kavak y hay una familia pemón que es la que te recibe allá. Tienen su casita con un comedor bien chévere. A mí me encantan las habitaciones, me parece que es un sitio buenísimo para quedarse, y si bien toda la gente que visita es la cueva de Kavak, hay otros sitios atractivos que quizás son un poco más complicados o una caminata bastante más larga, pero que son preciosos”.
La exploradora aseguró que solo se necesitan 15 minutos para llegar hasta la Cueva de Kavak. En el recorrido primero se debe bajar por la sabana para luego caminar a través del borde del río. Más adelante, antes de entrar al corazón de la gruta hay que prepararse para lanzarse al agua y nadar.
“Siempre está helada y entonces cruzas. Hay una cuerda para cruzar el río por si acaso tiene mucha corriente y después llegas a la laguna donde ahí sí tienes que empujarte a nadar. Es impresionante porque empiezas a nadar entre un cañón, unas piedras gigantescas, y ahí hay una cuerda. La corriente viene muy fuerte dependiendo de la época en que vayas. Vas jalándote de aquella cuerda hasta llegar, que no es realmente una cueva porque está abierta arriba y ves el cielo, que entra la luz y cae un chorro tan potente, que cada vez que voy lo que siento es como que al mundo se le estuviera saliendo el agua por allí, como que tuviera que descargar el agua por allí”, expresó.
Valentina evocó como en anteriores viajes con su familia la corriente de las cristalinas aguas ha impedido el ingreso a las profundidades de Kavak.
“Había ido con Ariana, mi hija, Gabo, su esposo, y habíamos llevado a Río, mi nieto, que es cauto. Cuando su papá lo llevaba por el cañón, Río dijo: ‘Yo no quiero seguir’ y bueno, ellos lo respetan y nos quedamos del lado de afuera. Me quedé con él y después Ariana salió y él se metió, pero Ariana ya tenía para ese momento como tres o cuatro meses de embarazo, porque eso fue cuando ella lo anunció y estaba muy impactada. Aunque ella ya la conocía, la sensación que ella tuvo es que ese era como el útero de la Tierra. En esa oportunidad no pudimos entrar. Hay veces que cuando llegas al final y ves el chorro, te agarras de la cuerda, subes por unas piedras y te puedes parar en la pared frente al chorro y te puedes lanzar allí donde cae, aunque hay muchísima corriente, pero te puedes lanzar”.
“Nunca he logrado llegar a donde cae el chorro, porque siempre hay bastante corriente y es muy fuerte. Pero esta vez, ni siquiera pudimos pasar. Cuando entramos, que estábamos sosteniéndonos con la cuerda, sentías de verdad que tenías que agarrarte, sostenerte muy duro y darle con mucha fuerza, porque la corriente todo el tiempo estaba sacándonos”, continuó.
El brujo de la cueva
Cada vez que Valentina incursionaba hacia lo profundo de la Cueva de Kavak, era privilegiada por los pemones al escuchar cómo narraban una de las leyendas más fascinantes de su etnia. Llena de misterios y asombros, el mito narra la historia de un brujo que burla a la muerte. Con toda la parsimonia que lo ameritaba, tomó una de sus inigualables guías, buscó la página y recordó palabra a palabra aquel mágico relato.
“Cuando ellos contaban la historia, que ahora no la cuenta nadie decían así: ‘Al llegar a Kavak supe que hace varios siglos hubo una guerra feroz entre todas las etnias indígenas y al único ser que nadie podía tocar era «el brujo». Sin embargo, este decidió cortar por lo sano y se internó en la montaña para que nadie pudiera hacerle daño mientras duraba la trepetea’. Bueno, yo lo digo a mi manera. ‘Se cuenta que fueron muchos a buscarlos y todos fallecieron en el intento, porque el señor se había metido en una cueva bien peliaguda. Los mitos y las leyendas son para llenar de imágenes los huecos de la ignorancia, la cueva en cuestión existe y aunque fue considerada lugar sagrado por cientos de años, ahora es la excursión estelar’”.
Su relato en la guía continúa con la ruta que se toma para llegar a Kavak, no sin antes mencionar otro paraje, que describe de qué forma “el brujo” llegó a su final.
“(…) ‘Para llegar hay que caminar primero por una sabana, se llega al pozo de los enamorados, hermoso, con el agua transparente y el fondo rojizo. Más arriba existe un jacuzzi natural al cual solo se llega caminando por el río, entre las piedras y con traje de baño. La travesía continúa por caminitos al borde del río para toparse con el pozo Kawaicoden, que significa: lugar de fumar el tabaco y que también tiene su leyenda, pues se cuenta que el mismo «brujo» que se escondió en la cueva de Kavak salía por las tardes a fumar su tabaco en este pozo, hasta que murió picado por una culebra multicolor que vivía justo detrás de la cascada. Como la comunidad quería eliminar a la culebra y los pájaros decidieron ayudar, recibieron como recompensa el color de su plumaje. Por eso es que se sabe ahora que los que más ayudaron fueron los loros, las guacamayas y los tucanes’”.
En la más reciente visita, mientras Valentina impartía la clase de Identidad en el diplomado para los pemones, mencionó que es fundamental entender el rescate de las tradiciones y su cultura, ya que son el valor más poderoso que tiene Canaima.
“Puede haber cascadas así, aunque no sean las más altas del mundo en cualquier parte del planeta, pero lo que la hace especial es saber cuáles son las leyendas alrededor de estos lugares y que cuenten esas leyendas, y cuenten cuando uno va caminando con ellos, que te van hablando de las hormigas, de las plantas, de cómo los sanaban los abuelos con las hormigas”.
Por eso, le causa sorpresa que ya la fábula no sea relatada tanto como en el pasado. “Además que yo sabía que había una historia que yo la había oído y te digo, no sé cuántas veces más he vuelto, pero más nunca la han mencionado. Y ahora que la conseguí, la próxima vez que vaya se las voy a contar para que se acuerden”.
Kavak, una joya cultural de Canaima
La periodista mencionó que para la ruta no se necesita mayor preparación. Sin embargo, recomendó ir con medias porque es la mejor opción a la hora de pisar sobre las piedras. “Los pemones van descalzos y muchos usan Crocs. Ahora tengo Crocs porque dije: ‘no puedo cumplir 70 años sin tener unos Crocs’. Son extraordinarios porque sencillamente te los metes y te lo sacas, y lo uso cuando estoy en esas excursiones, con medias, o sea la pérdida total del glamour, pero es súper práctico. Y si quieres tomar fotos, siempre ando con un bolsito de estos que se cierran para llevar mi cámara y mi teléfono”.
La cueva no es el único lugar que Kavak tiene para ofrecer, lamentablemente, ya no es lugar para acampada. Sin embargo, Valentina ha tenido la oportunidad en otras ocasiones de pernoctar y luego realizar excursiones a otros destinos más trepidantes.
“Uno desde ahí puede ir a un sitio que se llama La Toma (…) y es una cosa insólita, porque ahí hay una gran roca y arriba de la roca hay otra, así que tú no entiendes como esa roca quedó allí y de ahí se saca el agua para Kamarata y es una excursión preciosa. Hay otras excursiones para otras cascadas por allá”.
Valentina reafirma el hecho increíble que Kavak se haya logrado mantener muy virgen, principalmente por el cuidado de los pemones, donde apuestan a sus tres campamentos que están al borde del Auyantepui. “Tú te levantas y tienes aquella pared tan imponente que todo el tiempo es como tu película, porque esa pared está cambiando constantemente de color, de acuerdo a como le de el sol“.
No obstante, también han llegado ciertos personajes a Canaima amparados por el régimen a hacer de las suyas y causan un daño ecológico indescriptible. Para Valentina, que existan actos de este tipo solo puede ser descrito como una “verdadera desgracia“.
“La Venezuela premium”
Por otro lado, Valentina mencionó que la Gran Sabana nunca fue un destino exclusivo hasta ahora por una razón: El caos de la gasolina para poder llegar hasta allá. La carretera que va desde Puerto Ordaz hasta la entrada del municipio se encuentra en las peores condiciones.
“Está candela. La carretera en la Gran Sabana, que siempre estaba impecable, con el mejor peralte que se había hecho en el país, que yo cuando iba con mis amigos ingenieros todos alucinaban con la carretera, se ha deteriorado bastante, pero si se resuelve el rollo de la gasolina, ese no es un viaje costoso para nada. Sencillamente, si tienes un carro puedes ir hasta allá y acampas, todo el mundo llevaba su comida y todas sus cosas y en casi todos los saltos hay pemones que tienen unos campamentos con cuatro, cinco habitaciones, puedes montar carpas, tienen sus baños, pero lo que lo ha hecho complicado es esta situación, pero eso no era así”.
“Si ibas en enero era una locura y en Semana Santa ni hablar. Nunca iba en esa fecha porque era como un circo, era una cosa espantosa. Es más, era dramático por la cantidad de contaminación que dejaban y además la cantidad de basura y como se metían, la cantidad de caminos que abrían”, agregó.
En cambio, Canaima nunca resultó ser un paraje accesible para todos por el alto costo del viaje que incluye la problemática del combustible y el traslado en avión. “Allí todos los trayectos se tienen que hacer con curiaras que tienen motores que necesitan gasolina. Sin embargo, ha sido buenísimo que ahora se pueden hacer vuelos directos de Caracas a Canaima. Se puede hacer y hay dos vuelos semanales, pero solamente los hace Conviasa. Antes eso no existía, tú tenías que ir a Puerto Ordaz y de Puerto Ordaz volabas a allá”, explicó Quintero.
A su vez, señaló que si se lograra volar a Santa Elena de Uairen, sería un gran beneficio para los pemones que trabajan en el turismo de la Gran Sabana y para la cantidad de operadoras que hay en la ciudad. “Porque está bien, si no puedes ir en tu carro, pues las operadoras en Santa Elena te recogen al aeropuerto y te llevan a hacer la travesía. Pero no, no hay manera de que pongan un vuelo a Santa Elena y ese es el aeropuerto más bonito que tiene el país”.