Cuentos de Espanto y Risas| Por: Diannaly Muñoz

3 de diciembre 2024

Era un día soleado en el parque del este, donde un grupo de personas adultas mayores, todos grandes amigos gracias a sus talleres formativos de los jueves, se reunió para contar historias.

Entre ellos estaba la encantadora profesora Ligia, conocida por su dulzura y su amor por los cuentos. “¡Hoy vamos a contar historias de espantos y aparecidos! Pero recuerden, ¡que no asusten! Porque yo soy muy miedosa”, dijo Ligia mientras acomodaba sus lentes con un aire cómico. Las mujeres y los hombres se miraron entre sí, emocionados y un poco nerviosos. 

 La primera en contar su historia fue Doña Aleida. Con voz solemne, comenzó a narrar cómo había que dar gracias a Dios por todo lo que pasa en la vida. “¡Incluso por el día de Acción de Gracias!”, exclamó, haciendo una pausa dramática. “Aunque aquí no lo celebramos… ¡porque si lo hiciéramos nos quedaríamos sin pavo para el resto del año! ¡Desde que llegamos estamos comiendo!” Las risas estallaron entre las amigas. 

Luego fue el turno de Marleny, quien relató la historia de una bruja en su escoba que volaba sobre su amado pueblo andino: Táriba. “La bruja siempre decía: ‘¡Apúrense y montense de una vez en la escoba para darle la colita! ¡Tengo que llegar a la reunión de brujas antes de que se acabe el café!’” Y así, todos rieron al imaginar a la bruja apurada por no perderse la merienda. 

Carmen tomó luego la palabra y compartió su experiencia en el “Colegio del Carmen”. “Me expulsaron de mi anterior colegio por criticar a una monja. Y cuando me dieron tres meses en este nuevo colegio para adaptarme, pensé: ‘¡Genial! Tendré tres meses para planear mi gran regreso… o mi gran venganza!’ Al final, me gustó y me gradué en el Colegio del Carmen, donde me hicieron un homenaje porque era la primera estudiante invidente. Tiempo después decidí ser abogada, estudie en la universidad central de Venezuela… ¡Porque me dijeron en el pedagógico que no podía ser profesora porque “no se podía tener una maestra en un aula con mis condiciones”! Así que gracias a Carmen, podemos reflexionar sobre empatía, solidaridad e inclusión con esta historia.

Francis habló sobre su vida y cómo había aprendido a ser resiliente. “Las experiencias negativas me hicieron fuerte”, dijo con solemnidad. He pasado por mucho, pero acá estoy, agradecida con Dios porque puedo disfrutar de las maravillas de la vida.

Jorge Luis compartió su hermoso cuento inspirado en un sueño. “Anoté todo al despertar”, explicó. “Eso es parte de lo que se conoce como escritura terapéutica, o como yo lo llamo: No desaprovechar ninguna oportunidad para darme herramientas mientras duermo’.” Las mujeres se rieron al imaginar a este psicólogo trabajando incluso durante sus sueños.

Zsuzana por otro lado, decidió improvisar una historia y habló sobre una cueva mágica ubicada en un campo. “El hada que la habitaba le dijo a un niño que cayó allí por error, que en ese lugar los deseos materiales se cumplían rápido”, narró Zsuzana. “Pero el niño pidió regresar después de un tiempo con su familia porque se dio cuenta que lo importante en la vida no son las cosas sino las personas” es decir “que los bienes materiales son como el helado: deliciosos pero se derriten rápidamente” concluyó.

 Luego fue el turno de David, un nuevo integrante del grupo. Reflexionó sobre neurociencia y emociones positivas. “Es vital potenciar la alegría en las comunidades”, dijo con entusiasmo. “Por eso agradezco este espacio… aunque todavía no sé si estoy aquí para compartir o para disfrutar de la merienda.” 

Dalia compartió su experiencia del día que fue a ver a una bruja que “sabía mucho” porque sospechaba que su esposo le era infiel simplemente porque decidió ir solo al entierro del papá de su secretaria sin pedirle que lo acompañara. Su cuento hizo resonar las risas en el parque, aunque todos se quedaron con la duda de la fidelidad de aquel hombre.  

Después se levantó Doña Martha, quien contó cómo una noche lluviosa escuchó un portazo estando sola en casa. “Llamé a mi esposo a ver si ya había regresado, y al no contestar pensé: ‘Imposible que haya llegado tan rápido… ¡Él es lento como tortuga!’ Recordó entonces lo que le dijo una vecina alguna vez: “Hay que mandar al infierno a los fantasmas”, pero como ella es demasiado buena persona decidió mandarlo al cielo. Así que le gritó: “Fantasma, vete al cielo y protégeme”. Y hasta hoy sigue diciendo que sus Aves Marías funcionaron mejor que cualquier exorcismo.

Posteriormente le tocó narrar a la coqueta Lérida, quien comenzó a contar una historia titulada “El Muerto”, que dejó a todos en suspenso. “Nunca me había provocado matar a alguien… hasta ese día en que ocurrió esta historia”, dijo con un tono dramático, haciendo que todos se acercaran al borde de sus asientos como si fueran protagonistas de una película de terror.

Y así fue como nos enteramos de que el muerto de aquella noche fue un zancudo, cuya culpa fue ser demasiado ruidoso. Con tal exageración, todos estallaron en carcajadas. 

El último turno fue para Diannaly, quien compartió su historia titulada “Sondas que espantan”. “Intenté hacer un curso de enfermería a mis 15 años para ver si tenía vocación de médica porque era la carrera que quería cursar, pero mi impulso se acabó cuando me pusieron a hacer una ronda en urología”, comenzó. “Me enfrenté a una situación inesperada y desconcertante: aprender a revisar sondas en hombres. Algo que jamás había imaginado”. 

Los participantes del taller intercambiaron miradas cómplices mientras Diannaly continuaba: “Proveniente de una familia de mujeres, me sentí incómoda y avergonzada frente a hombres desnudos. Era como si hubiera entrado en un episodio de “Puericultura avanzada” pero en 3D y más… ¡sorpresas!” La risa creció cuando Diannaly añadió: “En ese momento cuestioné mi elección de carrera. Pensé: “¿Por qué no eligo ser abogada? ¡Al menos todos están vestidos en los tribunales” 

Al final del encuentro, todas y todos se miraron con complicidad y coincidieron en que los mejores “espantos” son esos momentos inolvidables que comparten en los amados talleres “¿Quién necesita fantasmas cuando tenemos historias tan locas que contar?” exclamó Ligia, sonriendo de oreja a oreja.

Así concluyó su reunión, con el corazón ligero y lleno de alegría, prometiendo volver a reunirse para seguir tejiendo historias. ¡Las risas resonaban aún más fuerte mientras se despedían, no sé si por las historias o por las bebidas “con un toque” de Yajaira. Después de merendar las delicias que llevó la otra Carmen y Zaida, quienes fueron parte de un público maravilloso, todos salieron del parque dejando atrás un rastro de felicidad y camaradería! 

Diannaly Muñoz Blanco: Abogada. Directora del Centro de Asesoría Legal Padre Olaso. Profesional con un gran sentido de la justicia, alto nivel de experiencia en materia procesal, hidrocarburos, Derechos Humanos de las mujeres y equidad de género y un verdadero interés por asesorar y orientar a particulares para la solución de problemas legales así como su acompañamiento en trámites ante instituciones públicas o privadas, habilidades para redacción de documentos y recopilación de documentación e información.

diannalymunoz@yahoo.com 

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1 comentario

  1. Hermosa experiencia la de este taller dónde todas las personas han compartido historias que dejan una gran enseñanza. Ligia Roa con su encanto, motivo a todos a contar cuentos y cada uno de estos nuevos escritores y escritoras 🥰se enorgullece especialmente al verlos publicados. Gracias a Mujer Analítica a.c por seguir apoyándonos a través de esta prestigiosa revista

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