Para mantener la relación íntima durante la crianza, es esencial comunicar abiertamente las necesidades emocionales y sexuales de ambos.

Fuente: Mujer.Es
Por: Mara Mariño
25 enero 2025
En este momento, tres de mis amigas más cercanas están en diferentes puntos de la maternidad: una no sale del bucle de los virus de la guardería, otra está de baja cuidando a su bebé de meses -porque nació con una lesión de cadera- y la tercera sigue en proceso de recuperación del prolapso que le produjo el parto.
Y, como imaginarás, por lo que me cuentan, la vida sexual de cada una es un mundo -y totalmente diferente a la mía-.
Hablando con ellas me doy cuenta de que, socialmente, la sexualidad se da por sentada: siempre tienes que tener muchas ganas. Sin embargo hay un vacío de historias sobre qué pasa con la intimidad en ese momento de la vida que tantísimas mujeres atraviesan cuando quieren convertirse en madres (y lo logran).
Y ya que mi experiencia al respecto es nula, Marta García Navarro, que es matrona y sexóloga especializada en la sexualidad y salud sexual femenina y asesora de pareja (su cuenta de Instagram es @gestandoplacer, por si quieres echarle un vistazo), es quien me ayuda a arrojar algo de luz sobre el tema.
Durante el embarazo, según la experta -a quien ya entrevisté previamente en este espacio sobre la presión de mantener relaciones en el embarazo-, los desafíos van desde “la disminución de la frecuencia sexual” así como “mayor dificultad para alcanzar el deseo y el orgasmo, variando según el trimestre de gestación”.
“En el primer trimestre, los cambios hormonales pueden provocar náuseas, fatiga y sensibilidad en los senos, reduciendo la libido. En el segundo trimestre, muchas mujeres experimentan una mejora en los síntomas y los cambios producidos en su cuerpo conducen a que se sientan más atractivas, pudiendo incrementar la libido”, explica.
“En el tercer trimestre, el crecimiento del bebé y los cambios físicos asociados pueden generar incomodidad, lo cual podría disminuir la libido nuevamente”.
La disminución de la frecuencia sexual y mayor dificultad para alcanzar el deseo y el orgasmo, varía según el trimestre
Más allá de los cambios físicos, la predisposición psicológica también es otro factor a tener en cuenta en lo que a sexualidad se refiere, porque desde que se confirma el embarazo “se producen cambios en la sexualidad que están influenciados por la forma en que se acoge emocionalmente esta nueva etapa”, dice Marta.
“Al principio, es común que surjan sentimientos de cautela y miedo, y esto puede frenar la libido debido al temor a dañar el embarazo. A medida que el embarazo avanza, muchas mujeres pueden experimentar una mezcla de sensaciones, donde el aumento del vínculo emocional con la pareja puede contribuir a un aumento de la libido”.
Parto y posparto: tiempo de reajuste de la libido
“Tras el parto, ya sea eutócico, instrumental, o por cesárea, el cuerpo de la mujer experimenta una serie de cambios que influyen en el deseo sexual”, explica la matrona y sexóloga.
“En el periodo inmediato, uno de los principales factores que afecta al deseo sexual es la recuperación física. Después de un parto, la mujer puede experimentar dolor debido a desgarros, episiotomías o, en el caso de la cesárea, la cirugía misma”.
Si bien el dolor determina la respuesta sexual, también las hormonas favorecen la disminución de la libido. “La lactancia aumenta los niveles de prolactina, lo cual inhibe la libido, mientras que la oxitocina, asociada con el vínculo madre-hijo, también contribuye a reducir el deseo sexual al priorizar el cuidado del bebé”, afirma Marta.
Pasar de ser una pareja a convertirse en un núcleo familiar, supone un periodo de adaptación donde la fatiga y el estrés contribuyen a esa falta de deseo: “Las noches sin dormir, el cuidado constante del bebé y las demandas físicas y emocionales hacen que la mujer se sienta agotada, lo que impacta negativamente en su deseo sexual”.

Y eso sin olvidar que, como la experta comenta, “la autoimagen puede verse afectada debido a los cambios físicos postparto influyendo en su disposición para la actividad sexual”.
Una adaptación natural, sí, lo que no quita que se deba entender que, por un tiempo, el deseo sexual va a pasar a un segundo plano hasta que termine el reajuste emocional y físico y la pareja se adapte a los nuevos roles.
Durante la crianza ‘paciencia y redistribución de tareas’
En la crianza temprana, la libido continúa fluctuando. Un agotamiento que deriva de la energía que se dedica al nuevo miembro de la familia, pero también por la sobrecarga de responsabilidades.
Marta señala “la falta de sueño, la distribución de tareas, el cambio en la dinámica de pareja y el colecho. El papel de madre, con todas las tareas asociadas a la crianza —como el cuidado del bebé, el colecho, cambiar pañales y mecerlo— impacta profundamente en los niveles hormonales y emocionales, disminuyendo la energía sexual”.
Para el padre, la implicación en la crianza puede reducir la testosterona y, por lo tanto, el deseo sexual. Con esta combinación, conectar con la parte erótica de uno mismo es complicado, “ya que es difícil separar la maternidad de la sexualidad, al menos de manera momentánea”, confirma la matrona y sexóloga.
¿Su consejo? Hacer esfuerzos activos para compaginar ambas esferas. “Cambios sencillos, como hacer una lista de distribución de tareas y responsabilidades, consensuar tiempos de descanso individuales, practicar sexo fuera de la cama o gestionar el colecho de manera consciente, pueden ser útiles”.
“Encontrarse en el rol de madre y reconocer al mismo tiempo la faceta de mujer sexual puede resultar complicado. Sin embargo, es importante hacer un esfuerzo activo para que la sexualidad recupere su espacio en la vida de la mujer, cuando se sienta preparada para ello“, explica.

La experta reivindica los espacios de autocuidado según disminuyen las demandas físicas, puesto que favorecen la aparición del deseo sexual: “Para fomentar el deseo, la excitación y el placer, es fundamental aprender a focalizar la atención”.
“Se necesita dejar de pensar en las mil cosas que ocupan la mente y centrarse exclusivamente en lo que se está haciendo en el momento. Dedicar tiempo a tu ‘yo’ sexual y a tu bienestar personal mejorará el deseo sexual. En definitiva, ser madre no significa dejar de ser sexual, y es importante reconocer y nutrir esa faceta”.
Ser madre no significa dejar de ser sexual
Pero ¿cómo pueden las parejas atravesar estos cambios de su intimidad para mantener la relación sana y conectada durante esta etapa? La clave la da la experta: “Comunicar abiertamente las necesidades emocionales y sexuales de ambos. La redistribución de tareas, para aliviar el agotamiento, y crear espacios para descansar y cuidar de uno mismo, favorece la reconexión”.
Y, por supuesto, mucha paciencia con el deseo sexual permitiendo que surja de manera orgánica: “Es crucial también hacer un esfuerzo consciente para separar la maternidad de la sexualidad, aunque sea por momentos”, explica Marta.
Para ello, recomienda la creación de espacios para reconectar como pareja, fuera de la rutina diaria. “Incluso con pequeños gestos, como un beso o un abrazo, puede ayudar a mantener esa conexión”, afirma.
“El sexo fuera de la cama como comentamos antes, un cambio de ambiente o la simple caricia sin presión, puede permitir que la intimidad evolucione de manera gradual sin forzarla”.