
28 de agosto 2024
Estaba por comenzar los años 80 cuando dejé Barranquilla, contaba solo 14 años, una etapa llena de cambios y confusiones. Recuerdo cómo el corazón me latía con fuerza al abordar el autobús hacia Venezuela, sin saber lo que me esperaba. La adolescencia ya era complicada por sí sola, y mudarme a un país nuevo solo añadía más incertidumbre.
Al llegar, me enfrenté a un mundo desconocido. Las costumbres eran diferentes, la gente hablaba con un acento que al principio me parecía extraño y la comida… ¡oh, la comida! Todo era un mar de sabores nuevos y sabrosos. Los primeros meses fueron duros; la nostalgia por mi hogar en Barranquilla me acompañaba constantemente. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, algo empezó a cambiar.
La calidez de la gente venezolana fue como un abrazo reconfortante. Poco a poco, empecé a sentirme bienvenida. Las sonrisas en las calles y las conversaciones amables me hicieron olvidar mis miedos.
La isla de Margarita se convirtió en algún punto en mi nuevo hogar. Sus playas hermosas y su ambiente vibrante me conquistaron por completo.
Fue en este país donde tuve mi mayor tesoro: mis dos hijos. Ronald llegó al mundo en medio del Caracazo, una aventura que siempre recordaré como un momento lleno de desafíos y amor. Y aunque José del Valle ha hecho su vida en Nueva York, siempre lleva consigo el corazón venezolano que le inculqué.
En el último año, Venezuela no ha dejado de sorprenderme. He encontrado un grupo de personas que se sienten como hermanos para mí. Juntos compartimos risas, historias y sueños. Este país ha sido una montaña rusa de emociones, pero cada momento ha valido la pena.
Hoy miro hacia atrás y agradezco cada dificultad que enfrenté al adaptarme; todo me llevó a construir una vida llena de amor y felicidad aquí.
La verdad es que Venezuela siempre ha sido un país conocido por su calidez y hospitalidad, acogiendo con cariño a migrantes de diversas partes del mundo, incluidos muchos como yo. Por eso es realmente triste ver cómo, en la actualidad, muchos venezolanos que han buscado nuevas oportunidades en el exterior por la difícil situación política y económica que atraviesa Venezuela, son a menudo rechazados en lugar de ser recibidos con los brazos abiertos. Esta realidad contrasta con la generosidad que nuestro país, porque ahora también es mío, solía ofrecer. ¡Venezuela eres Grande!
Martha Arzuza (La Inmigrante): Vive en la Candelaria, es comerciante, divorciada, amante de los perros. Hija, madre , hermana amorosa. Puntual y consuetudinaria asistente a los talleres organizados por el Centro de Asesoría Legal “Padre Olsaso” a los cuales Mujer y Ciudadanía da su respaldo.
Me encanta cada experiencia de vida de las participantes de los Talleres que realiza el Centro de Asesoría Legal Padre Olaso en colaboración con la Parroquia Universitaria de la UCV y Mujer y Ciudadanía a.c. Mi aplauso a esas valientes escritoras y narradores . Así es Martha: Venezuela es grande y generosa
Hermoso sentir de Amor hacia nuestra hermosa y bondadosa Venezuela que te recibió con gran bondad y hospitalidad, muchísimas gracias
Doy la misma en mi sentir, igual digo como inmigrante vzla es calor, amistad, generosidad. Aplaudo a Martha es excelente persona, la felicito porque como madre logro una excelente tarea, sus hijos son muy buenos hijos y personas de bien. Mujer luchadora que el constante de su día fue esfuerzo, lucha, y trabajo que fue también aportar a vzla lo mejor que pudo con su tesón
Viví y crecí en AltaVista, Catia (Caracas) dónde hicieron vida los inmigrantes europeos y de Europa del Este. Vivían chinos, sirios, libaneses , latinoamericanos y caribeños. Imagínense que la primera Iglesia Ortodoxa Rusa en Venezuela, se hizo allí, luego crearon otra. También había un templo ucraniano y una iglesia católica. Conocí muchas culturas a través de todos ellos, quienes contribuyeron a consolidar a un hermoso país llamado Venezuela. Gracias por compartir su experiencia