
Fuente: Ciencia
Por Luis Arana
24 de diciembre 2023
Las relaciones humanas ya de por sí son complejas, ahora la rivalidad entre mujeres persiste como un fenómeno intrigante que desafía la creciente ola de sororidad promovida en la sociedad contemporánea. A pesar de los esfuerzos por fomentar la hermandad, la competencia indirecta entre mujeres parece arraigada, y dos teorías psicológicas se asoman para ofrecer una explicación convincente.
Una de estas teorías, respaldada por la psicología evolutiva, sugiere que la competencia femenina tiene sus raíces en la necesidad ancestral de protegerse contra el daño físico. Según esta hipótesis, las mujeres recurrirían a estrategias indirectas para mantenerse seguras y, al mismo tiempo, disminuir el valor percibido de otras. Aunque estas preocupaciones ya no son tan pertinentes en nuestro mundo moderno, la competitividad entre mujeres ha evolucionado hacia una forma más privada y comprensible, según la autora Emily V. Gordon.
La investigación revela que la competencia entre mujeres tiende a centrarse en los atributos que el sexo opuesto considera atractivos. Psicólogos como Noam Shpancer explican que esta rivalidad se manifiesta en formas como la autopromoción y el menosprecio al contrincante. Las mujeres suelen destacar su juventud y atractivo físico, mientras socavan a sus rivales menospreciando aspectos como la edad, la apariencia y el carácter. Estudios respaldan la idea de que una mujer atractiva puede experimentar más hostilidad y menos apoyo de sus congéneres, ya que perciben una amenaza a su acceso al “premio evolutivo”.
La segunda teoría se basa en la psicología feminista y argumenta que la rivalidad entre mujeres no tiene fundamentos biológicos, sino que es el resultado de la internalización del patriarcado. Según esta perspectiva, al crecer en una sociedad dominada por hombres, las mujeres adoptan la visión masculina como propia. La competencia femenina, en este enfoque, surge porque las mujeres perciben que ser apreciadas por los hombres es crucial para su fuerza, valor, logros e identidad. La lucha entre mujeres, por lo tanto, se convierte en una búsqueda del reconocimiento masculino, alimentada por lo que se conoce como la “falsa conciencia”.
En palabras sencillas, cuando el valor de las mujeres está vinculado a la aprobación masculina, la competencia entre ellas se intensifica. Emily V. Gordon lo resume claramente: “cuando nuestro valor está ligado a las personas que pueden fecundarnos, nos volvemos unas contra otras”. Esta perspectiva destaca la importancia de reconocer que la amenaza a la valía y el éxito no proviene necesariamente de otras mujeres, sino del patriarcado internalizado.
Así funciona en pocas palabras la rivalidad femenina, aunque enraizada en elementos evolutivos y en la internalización de patrones culturales, genera estrés e infelicidad en muchas mujeres, especialmente las jóvenes. Cambiar este hábito arraigado no es tarea fácil, pero el primer paso hacia un cambio positivo es la toma de conciencia y la reflexión sobre estos patrones dañinos. En un mundo que aboga cada vez más por la sororidad, comprender las raíces de la competencia entre mujeres es esencial para avanzar hacia relaciones más saludables y solidarias.