La violencia sexual contra mujeres, moneda de cambio en las cárceles de Ecuador

Fuente: EFE
Por: Ane Amondarain
15 de noviembre 2024

La violencia sexual se ha convertido en “una moneda de cambio” para resolver decisiones de “vida y muerte” en las cárceles de Ecuador, advierte Heidy Mieles, quien forma parte de la organización Mujeres de Frente, que acompaña a mujeres privadas de libertad y vela por el cumplimiento de sus derechos en el país andino.

“La violencia sexual no es solo la satisfacción del vínculo sexual, sino que es una forma de conquistar un cuerpo. Realmente hay mujeres que aceptan intercambios sexuales porque ésta se puede volver una decisión entre la vida y la muerte”, asegura Mieles en una entrevista con Efeminista en el centro histórico de Quito, donde se ubica la sede de la organización.

La socióloga de formación señala que “este es un llamado a atender a lo que está sucediendo en las cárceles porque toda persona presa debería contar con unos mínimos para vivir, y no tener que ser una moneda de cambio”. Y apunta, además, que los agresores suelen ser los propios guardias carcelarios, compañeros presos, policías o funcionarios públicos.

Las mujeres,  el 6% de las personas privadas de libertad

Mieles incide en que “la violencia sexual contra la mujeres se exacerba en momentos de ‘guerra’”, en alusión a la declaración del “conflicto armado interno” declarado por el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, desde inicios de año contra las bandas del crimen organizado, lo que conllevó la militarización de las prisiones.

De las 31.321 personas privadas de libertad en el país andino, el 93,7 % son hombres y el 6,3 % restante son mujeres, según datos del último censo penitenciario, publicado en 2023. En total, en las cárceles ecuatorianas hay 1.973 mujeres, pero aunque sea un número bajo con respecto a los varones encarcelados, éstas viven una realidad bien distinta marcada por su género.

Con el objetivo de conocer las violencias y vulneraciones de derechos que enfrentan ellas y también las familiares que las cuidan desde fuera, se ha conversado, además de con Mieles, con la periodista Thalíe Ponce, quien ha realizado investigaciones periodísticas sobre este asunto.

Violencia sexual contra mujeres trans en pabellones de hombres

Entre las mujeres transexuales, a quienes no se les reconoce su identidad y, por tanto, dan a parar a los pabellones de hombres, también se han registrado casos de violencia sexual. Ponce explica que, si bien, antes de la militarización de las prisiones se habían reportado agresiones sexuales cometidas por compañeros, ahora también se han denunciado casos por parte de militares.

“Durante la militarización, podemos constatar a través de testimonios y de denuncias, que las mujeres trans han sufrido violación sexual no solamente como por parte de los compañeros, sino que también han sido obligadas a tener relaciones sexuales con militares”, asegura. 

Además, denuncia que estas mujeres “están obligadas a despojarse de sus rasgos identitarios, como los implantes de senos”, que se les corta el cabello y se les trata como hombres. Agrega que tampoco reciben la atención médica debida pese a que algunas de ellas tienen enfermedades como el VIH o la tuberculosis

 “En las cárceles del Ecuador, estas enfermedades no sólo no han sido atendidas, sino que a través de estas prácticas sexuales y de humillación se ha promovido desde las autoridades el contagio de estas infecciones”, apunta. 

Agresiones “innumerables” contra las presas

Mujeres de Frente ha publicado este año un libro en el que se recogen las múltiples violencias que enfrentan las mujeres en los penales, así como la incansable lucha de esta organización para que se hagan cumplir los derechos humanos en estos recintos, comparte Mieles.

Este libro coral se titula Mujeres de Frente. Una historia de organización feminista popular y antirracista en Ecuador, de Kikuyo Editorial, donde se traza un recorrido por sus 20 años de historia.

En estas páginas, más de una decena de mujeres, entre ellas Mieles, analizan sus experiencias como parte del colectivo. Algunas de ellas han pasado por el penal, pero no todas. Sin embargo, en lo que todas coinciden es en el señalamiento de las vulneraciones de derechos que se cometen al interior de los centros penitenciarios.

​En este sentido, Mieles apunta que las violencias que se sufren en estas instalaciones son “innumerables” e “inenarrables”, y que además de un componente de género, también tienen una fuerte carga de clase y raza.

“El sistema carcelario genera una violencia racial a hombres jóvenes de territorios muy específicos del país, como Esmeraldas o Guayas, o de pueblos negros e indígenas”, matiza.

“La cárcel no debería buscar la deshumanización de las personas”

Ante este contexto, como bien se recoge en el libro, Mujeres de Frente lleva años acompañando a las presas en diferentes partes del país, cuidando de sus hijos e hijas en su guardería y capacitando a cientos de mujeres en empoderamiento político y feminista desde el interior de las cárceles. Sin embargo, esta formación quedó paralizada con la declaratoria del conflicto armado interno.

Ahora esta capacitación la reciben las familiares de las mujeres presas, con el objetivo que al menos las personas más cercanas a ellas estén informadas y puedan empoderarse para defender los derechos de las personas privadas de libertad. Pero la asociación también señala la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los allegados ante el sistema penitenciario.

“Los círculos familiares que hasta ahora han cuidado a las presas también sufren violencias y están sometidas al despojo y al maltrato” por parte de las instituciones, más ahora, que existe mayor restricción para que puedan visitar a las personas presas. Además apenas se les informa de su estado o de los trasladados que se realizan de unas cárceles a otras, agrega. 

“Nadie debería ser violentado porque la cárcel no debería buscar la deshumanización de las personas, sino más bien la reconstrucción y la reparación del vínculo social, sin embargo, la cárcel está pensada para destruir y deshumanizar a la máxima potencia a las personas, y luego justificar prácticas violentas y deshumanizantes que son nuevas formas de recolonización del cuerpo y de los territorios”, denuncia.

Las familiares, eternas cuidadoras fuera y dentro de las cárceles

La periodista Ponce coincide en señalar la cruda realidad que viven las familiares de las personas privadas de libertad, ya que se han convertido en eternas cuidadoras tanto cuando tienen a sus allegados fuera como dentro de las cárceles.

“La vida en las cárceles es un reflejo de la vida fuera de ella. En general, el trabajo de cuidados es el que sostiene la economía y este trabajo es mayoritariamente ejercicio por mujeres. Las familiares de personas presas tienen que seguir sosteniendo los hogares que ya sostenían, pero además tienen que generar ingresos extras para pagar lo que representa la vida en prisión, como por ejemplo, el pago de los alimentos”, aclara. 

“A esto se suma el factor de que las prisiones están abandonadas por el Estado, quienes tienen el control son las mafias o el crimen organizado, que también han establecido un sistema de extorsiones”, con lo cual la presión económica sobre las familiares es aún mayor y deriva en que estas trabajen mucho más de lo que lo hacían antes, agrega Thalíe. 

También denuncia que las familiares de personas encarceladas están expuestas al cateo íntimo antes de realizar las visitas en las prisiones. “Revisan sus partes íntimas manualmente, las hacen desnudar, hacer sentadillas, ponerse de cuclillas, toser… algo que está prohibido por los estándares internacionales y que puede ser considerado incluso violencia sexual”, advierte.

Y relata que estas también se enfrentan a golpes y agresiones cuando reclaman justicia en manifestaciones o exigen información a las instancias penitenciarias.

“Un sistema penitenciario fallido”

Ponce lamenta que no exista una rehabilitación real de los presos y presas. “La rehabilitación en Ecuador no existe, lo que existe es un sistema penitenciario fallido y Estado ausente en las cárceles. No se puede pensar en una reinserción después de pasar por un sistema que no sólo no te permite rehabilitarte, sino que además es violento”, reconoce.

Insiste en que el sistema penitenciario “te expone a participar en dinámicas mucho más fuertes que por las que la gente entró porque hay personas que entran porque robaron un celular o mujeres que entran por microtráfico de droga y terminan siendo parte de bandas o esquemas de crimen organizado muchos más fuertes”.

Y concluye con rotundidad que “sin rehabilitación pensar en una reinserción a futuro es imposible”.

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