La vulnerabilidad mayor es la violencia y ser utilizadas por actores armados”, explica a EFE Alma Pérez, asesora regional en Paz, Seguridad y Acción Humanitaria de ONU Mujeres
La guerra profundiza la vulnerabilidad de mujeres y niñas en todo el mundo y Latinoamérica no es la excepción: miles de ellas han sido asesinadas, desaparecidas, desplazadas, violentadas sexualmente, reclutadas o viven bajo amenazas de grupos armados, una realidad que, a la vez, revela la resistencia femenina en búsqueda de justicia.
«Fui secuestrada, torturada y abusada por militares. No solo dañaron mis sueños, acabaron con mi dignidad, sino que también sentí que había perdido el valor de ser mujer», indica el testimonio de una de los cientos de víctimas de violencia sexual en el conflicto en Colombia.
Su caso es una muestra de la situación en las zonas de conflicto de América Latina, donde mujeres y niñas siguen viviendo y resistiendo los efectos de la violencia, ya sea como desplazadas, migrantes o habitantes de áreas de combate.
«La vulnerabilidad mayor es la violencia y ser utilizadas por actores armados», pero hay otras condiciones también complejas, que se presentan en grupos aun más frágiles, como las migrantes o desplazadas, explica a EFE Alma Pérez, asesora regional en Paz, Seguridad y Acción Humanitaria de ONU Mujeres.
Datos de la ONU confirman que la población femenina es uno de los principales blancos en la guerra: en 2021 se reportaron 3 mil 293 casos verificados de violencia sexual cometidos contra mujeres y niñas en 18 países, incluido Colombia.
Un año antes se evidenciaron al menos 35 asesinatos de mujeres defensoras de derechos humanos, periodistas o sindicalistas en siete países afectados por conflictos. Ese número, «un recuento insuficiente», según Naciones Unidas, superó las cifras de 2018 y 2019.
Dolor
La líder indígena Rosalina Tuyuc tenía 26 años cuando su padre fue secuestrado en San Juan Comalapa, un poblado ubicado unos 80 km al oeste de la capital de Guatemala y donde un cuartel militar funcionó como centro de detención y tortura durante la guerra interna.
«Siempre había creído que lo iba a localizar en el destacamento de Comalapa, porque sé que allí fue llevado, torturado asesinado. Pero no lo encontré. La crueldad fue tan grande, que dejó sellado ese horror», narra a Efe Rosalina, quien lleva cuatro décadas buscando los restos de su padre y de su esposo, también secuestrado por fuerzas del Estado.
Se estima que en esa guerra (1960-1996), uno de los mayores conflictos armados en América Latina de las últimas décadas, junto al de El Salvador y el de Colombia, más de 250 mil personas fueron asesinadas o desaparecidas y unas 30 mil mujeres fueron víctimas de violencia sexual.
Guerrilla Frente Farabundo Martí
En el caso de El Salvador, no existe un registro oficial de cuántas mujeres participaron o resultaron afectadas en la contienda (1980-1992), que enfrentó al Ejército, financiado por EE.UU., con la entonces guerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y dejó 75 mil muertos y unos 8 mil desaparecidos.
Lo que sí se sabe, asegura a EFE la activista y exguerrillera Morena Herrera, es que la Fuerza Armada «no buscó golpear a la guerrilla, sino a la población civil» y «la mayoría de víctimas de las masacres eran niñas, mujeres y ancianos».
Mujeres usadas para «marcar territorio»
«Es en los cuerpos de las mujeres en los que muchas veces tiene lugar el conflicto. Un impacto medido, claro, reiterado y deliberado porque es una manera de marcar el territorio, de marcar una victoria o de humillar al enemigo», expone la asesora de ONU Mujeres.
Es el caso de Haití, el país más pobre de América y donde la ONU da cuenta de violencia sexual contra mujeres y niñas, así como de menores reclutadas, en el marco de la actual ola de crímenes por parte de bandas armadas, que han convertido a las ciudades, incluida la capital, en campos de batalla.
Imperativo atender el nivel de violencia»
Datos de la ONU y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indican que en Latinoamérica, la región del mundo más peligrosa para estos activistas, 166 defensoras del medio ambiente fueron asesinadas entre 2015 y 2019.
Por eso, Rodrigo Bustos, director ejecutivo de Amnistía Internacional en Chile, considera «imperativo atender el nivel de violencia al que se exponen» estas mujeres, al confirmar el «hostigamiento y ataques» contra las defensoras del agua en el país.