¿Qué es la ecoansiedad y por qué afecta más a las mujeres?

Desde la moda hasta la belleza focalizan su atención en las mujeres a la hora de apostar por la sostenibilidad. Sin embargo, al hacerlo, ponen sobre sus hombros el peso de una responsabilidad que se suma a una carga ya de por sí acusada

Imagen de Don’t look up, la película de Netflix.
NIKO TAVERNISE/NETFLIX

Fuente: 20 minutos
Por Marita Alonso
3 de noviembre 2023

Aunque según un informe publicado por “The Lancet”, el 45 % de la población afirma que la preocupación por el clima  tiene un impacto negativo en su vida cotidiana, creyendo tres cuartas partes que “el futuro es aterrador” y un 56 % que “la humanidad está condenada”, fue la empresa británica de investigación de mercado Mintel la que acuñó el término “brecha ecológica de género”

Se trata de un concepto que nace ante el descubrimiento de que el 71% de las mujeres del Reino Unido se comprometían a llevar una vida más ecológica en comparación con el 59% de los hombres, siendo por ello la ecoansiedad  desigual. Hablamos de un término utilizado para describir una preocupación o angustia intensa relacionada con los problemas ambientales y el impacto humano en el medio ambiente; una respuesta emocional que algunas personas experimentan debido a la conciencia de los desafíos ambientales actuales y futuros, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y la degradación del ecosistema.

Pero, ¿por qué las mujeres tienden a preocuparse más por el medioambiente y la sostenibilidad? “Tradicionalmente, las mujeres han desempeñado roles de cuidadoras en la sociedad, tanto en el ámbito familiar, como en el comunitario. Es posible que esta predisposición al cuidado pueda repercutir en una mayor preocupación por el medio ambiente y la sostenibilidad. Hay varios estudios y encuestas que se han hecho en España (Estudio E-SOST de ICADE y el informe “El futuro es clima”) que muestran que las mujeres, principalmente las mayores de 55 años, son el colectivo que más se preocupa por la sostenibilidad y el impacto ambiental que generan a la hora de consumir. Estos datos pueden reflejar cierta experiencia acumulada y el hecho de haber observado durante más tiempo los cambios —en negativo— en el medio ambiente a lo largo de sus vidas, lo que puede hacer que estén más concienciadas y comprometidas con esta cuestión”, dice Unai Aso, terapeuta de Buencoco.es. 

Imagen de la película de Netflix "Don't look up"
Imagen de la película de Netflix “Don’t look up”

“Otra posible explicación podría ser el hecho de que las mujeres, por una combinación de factores biológicos, educativos y culturales, tienden a ser más empáticas y sensibles a las necesidades afectivas y sociales, lo que puede hacer que se sientan más conectadas y preocupadas por el bienestar del planeta  y de las generaciones futuras”, señala.

“Las mujeres en los países en desarrollo interactúan con los recursos naturales constantemente y generalmente son las primeras en gestionar la riqueza medioambiental que las rodea, bien sea por una economía de tiempo y de esfuerzo, no sólo de recursos”, dice por su parte Laura Opazo, autora de ‘Moda sostenible’. “Todos tenemos esa imagen en mente de la mujer que va recoger agua con una palangana para cocinar y limpiar y que debe gestionar correctamente para no repetir el arduo viaje. De alguna manera, el cambio climático, aunque nos afecta a todos, es todavía más sangrante con las mujeres y los niños por su posición de vulnerabilidad. Preocuparse por el medioambiente  y hacer un manejo sostenible de recursos se convierte básicamente en una cuestión de supervivencia”, asegura.

¿Una carga extra?

Mientras que existen muchas alternativas sostenibles dirigidas a las mujeres, teniendo en cuenta el auge de la denominada “clean beauty” y de las marcas de moda que están abogando por la sostenibilidad, hay que plantearse si esto no contribuye a esta brecha de género eco, al suponer una carga mental más sobre las mujeres, a las que el mercado parece señalar siempre como las que han de apostar siempre por firmas y dinámicas sostenibles. “La expectativa social de que las mujeres tienen que asumir roles de cuidadoras  y ser más conscientes de la sostenibilidad puede generar una presión adicional. Esta carga mental, que no es otra cosa que el esfuerzo constante de recordar y gestionar tareas y responsabilidades, puede terminar pasando factura a nivel psicológico, aunque dependerá también de otras variables personales y contextuales.

Si, además de todas las cargas que ya suelen soportar, a las mujeres se les asigna la responsabilidad adicional de ser las principales defensoras de la sostenibilidad, esto puede aumentar su carga mental, lo que puede llevar a sentimientos de agobio, estrés y, en algunos casos, a lo que se conoce como la ecoansiedad de la que hoy hablamos”, dice Aso. “Las mujeres solemos llevar la mayor parte del peso de las tareas familiares, una lista de funciones que implica planificar, organizar, preveer… Tanto los tiempos como los recursos con los que se cuenta en un hogar para que todo funcione. Obviamente, esto repercute directamente en el bienestar y el funcionamiento familiar y las decisiones que tomamos a ese respecto impactan directamente en el entorno. Desde comprar más o menos ropa a los niños, dar duchas en vez de baños, evitar el desperdicio de la comida, etc… A esa lista de tareas hay que añadirle el juicio gratuito al que se ve sometida si sus decisiones no son ecológicamente responsables y la carga mental de hacerlo y además hacerlo bien, inevitablemente se dispara. De nuevo, es una cuestión de supervivencia a todos los niveles y de un manejo inteligente de los recursos a favor del bienestar familiar, pero también personal”, asegura Opazo.

Vulnerabilidad y acción

Como señala el informe “Gender and climate change de International Union for Conservation of Nature”, las mujeres y los hombres están experimentando el cambio climático de manera diferente, ya que las desigualdades de género  persisten en todo el mundo, lo que afecta la capacidad de adaptación de las personas y las comunidades. Los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, tienen un impacto mayor en los pobres y los más vulnerables: el 70% de los pobres del mundo son mujeres.

A pesar de que las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada por el cambio climático, desempeñan un papel crucial en la adaptación y mitigación del cambio climático. “Las mujeres tienen el conocimiento y la comprensión de lo que se necesita para adaptarse a las condiciones ambientales cambiantes y encontrar soluciones prácticas. Pero todavía son un recurso en gran medida sin explotar. Los derechos restringidos sobre la tierra, la falta de acceso a recursos financieros, capacitación y tecnología, y el acceso limitado a las esferas de toma de decisiones políticas, a menudo les impiden desempeñar un papel pleno en la lucha contra el cambio climático y otros desafíos ambientales”, explican.

Por su parte Zara Bending, directora de junta for the Jane Goodall Institute Australia, se pregunta si estamos estableciendo un paradigma  en el que hacemos de la sostenibilidad un trabajo de mujeres que vuelve a ser invisible. “Es cierto que en muchas culturas, las tareas y responsabilidades tradicionalmente asignadas a las mujeres a menudo se han invisibilizado o se han considerado de menor importancia (no hay más que repasar la historia de España en los últimos 80 años). Si la sostenibilidad se percibe predominantemente como una “tarea femenina”, existe el riesgo de que se minimice su importancia o se invisibilice en la esfera pública, lamentablemente. Por eso es importante reconocer que la sostenibilidad es una responsabilidad colectiva, independientemente del género, y no sólo una responsabilidad de “nicho” o asignada a determinados colectivos, y que todos tenemos que participar activamente en la protección y conservación del medio ambiente. Eso sí, sin perder de vista que la mayor responsabilidad siempre va a recaer sobre los estados y las grandes corporaciones y multinacionales, que son los que generan un mayor impacto ambiental y quienes tienen una mayor capacidad para obrar en este sentido”, dice Unai Aso.

Rompiendo la brecha

Señala que para lograr que la preocupación por la sostenibilidad sea equitativa, habría que comenzar por educar y concienciar a todas las personas sobre la importancia del medio ambiente y la sostenibilidad, y sobre el riesgo objetivo y real que existe si seguimos en una senda de crecimiento insostenible, así como promover la participación activa de hombres y mujeres, jóvenes, adultos y mayores, en iniciativas de sostenibilidad, garantizando que ambos géneros y personas de todas las generaciones estén representados en la toma de decisiones relacionadas con prácticas como la conservación de la biodiversidad, la gestión responsable de recursos naturales, la reducción de la contaminación, etc.

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