
Fuente: EFE
Por: Raquel Tomé (Psicóloga)
23 de mayo 2024
“Resiliencia ante la adversidad”. La psicóloga Raquel Tomé nos presenta un nuevo reportaje en el que narra la experiencia de Ana Horova, una joven ucraniana a quien la guerra ha llevado a vivir en España.
En este tercer reportaje de su serie “Resiliencia ante la adversidad”, la psicóloga Raquel Tomé analiza la situación de los ucranianos en España a través de Ana Horova y nos narra y explica la experiencia de esta joven de 26 años después de dos años en Madrid, como consecuencia del inicio de la guerra que comenzó Rusia contra Ucrania el 24 de febrero de 2022.
Resiliencia en ucranianos: La experiencia de Ana Horova
por Raquel Tomé
Ana Horova salió de su Ucrania natal a mediados de febrero del 2022, rumbo al Caribe y dispuesta a apurar al máximo el cartucho de sus vacaciones en ese lugar paradisiaco de sol perpetuo y arenas blancas cuando, de repente, el destino cruel bifurcó su camino, el monstruo de la guerra entre Rusia y Ucrania estalló y diseminó sus tentáculos por Europa.
Se encontró de la noche a la mañana convertida en una emigrante errante, forzada a decidir la dirección de una nueva senda que cambiaría su vida para siempre, obligada a refugiarse en un país del que desconocía casi todo y en el que jamás pensó vivir.
Arribó por aquel entonces en la bulliciosa Madrid envuelta en un sol de invierno bajo el ala protectora de una cariñosa y acogedora prima.
Asentarse en España y la elección forzosa de un nuevo país supone una experiencia estresante y desafiante a un tiempo para muchos refugiados. Porque, como en el caso de Ana, en esos instantes decisivos cuando la propia vida se halla comprometida en serio bajo el peso de una amenaza real, cuando el mundo que conocimos se resquebraja por momentos y con ello la red de apoyos que nutrió nuestro sentimiento de seguridad, es entonces, digo, cuando más que nunca hemos de echar mano de nuestras habilidades resilientes, aquellas que nos ayudan a sacar fuerzas en los momentos de flaqueza, a aferrarnos a la vida y tratar de vadear las adversidades para transformarlas en una oportunidad de crecimiento personal.
Según Vanistendael (1994) la resiliencia la integran dos componentes esenciales:
- La capacidad de proteger la propia integridad bajo presión.
- La capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles.
Séneca ya dijo en su día que “no hay nadie menos afortunado que la persona a quien la adversidad olvida, pues no tiene la oportunidad de ponerse a prueba”. Algunas de estas pruebas son realmente duras y confrontadoras.
¿Cómo alguien logra mantener su salud integral enfrentada a la encrucijada de la guerra, a una emigración forzosa y a la adaptación a un nuevo país? ¿Cuáles son los recursos esenciales que te permiten sobrevivir y construir una vida digna?
Ana nos lo cuenta en primera persona. Luce unos radiantes 26 años, y ya lleva dos años aquí sumergida en una dualidad transcultural, en un aquí y un allí, sacudida por el movimiento pendular de la ambivalencia de los afectos que oscila entre la conciencia de lo que ganas con la melancolía de lo que pierdes o el temor a lo que aún puedas llegar a perder pues su familia reside en el Donbas y todas las mañanas recibe preocupada las noticias sobre cómo se encuentran.

Resiliencia en ucranianos: Raquel Tomé entrevista a Ana Horova
¿Cuáles fueron los recursos que empleaste y que te ayudaron al llegar a España?
Cuando acabé el colegio en 2014, mis padres viendo que las cosas en el Donbas empezaban a estar muy tensionadas, me enviaron a estudiar a la Universidad de Kiev. Me costó mucho asumirlo porque en aquel entonces era solo una niña de 16 años, no entendía nada de lo que pasaba, pero me dijeron: “No hay tiempo para llorar, para sufrir. Tienes que movilizarte”.
Al principio, cuando llegué a Kiev fue difícil adaptarme porque soy una persona muy apegada a mi familia. Pasé seis meses muy mal, lloraba mucho. Poco a poco lo fui consiguiendo, me establecí, acabé mis estudios de derecho, conseguí un trabajo, tenía amigos, a mi novio. Aunque mi familia estaba lejos y no podía ir a casa- dice con tristeza- estaba estable y asentada. Me forjé como una persona muy fuerte. Pero cuando estalló la guerra, no podía creerme lo que pasaba, nunca lo imaginé. Y rechazaba la idea de irme de Ucrania porque sabía todo el esfuerzo que significa un nuevo comienzo. Después reaccioné.
¿Qué cosas pensabas?
Cuando estalló la guerra, aunque no lo creía, yo ya había aprendido antes que “lo impensable puede pasar” y eso te ayuda a reaccionar. También, aunque pensaba: “No me lo puedo creer. No quiero pasar por esto de nuevo”, sabía que podía hacerlo, sabía lo fuerte que era.
¿Dirías que esa experiencia previa cuando eras tan joven te ayudó?
Sí. Sabía qué hacer para adaptarme. Pude mantener mi trabajo en Ucrania online desde España. Estudiaba español durante 8 horas al día, lo máximo que podía para integrarme al país. Hace poco conseguí un trabajo “para-legal”. Ayudo a un despacho de abogados, les acompaño a los a juicios, preparo algunos escritos, aunque no puedo ejercer hasta que no convalide el título. Pero lo primero es el idioma. En el despacho también ayudamos a algunas personas con sus documentos de extranjería, nacionalidades, divorcios, etc. Es interesante. Me ayuda a entender más cómo está organizado este país. Además, ayudo a la Asociación de ucranianos de Madrid, y dono una parte de mi sueldo a los proyectos benéficos. Podemos ayudar a Ucrania y a nuestras familias desde aquí.
¿Qué hacías para estar mejor?
Intentaba mantenerme ocupada para poder construir una vida. Cuando llegas aquí tienes que empezar de cero, ya no eres nadie. ¿Quién soy yo ahora?, me preguntaba. Antes tenía un trabajo, era abogada, amiga, tenía mi familia, vivía con mi novio. Al principio, todo eso lo pierdes. Después construyes cosas.
¿En qué o quién te has apoyado?
Aunque no puedo ver a mi familia pienso que la vida me ha dado la mejor gente y estoy agradecida por ello. Mi compañero de trabajo, que no tenía hijos, me dice que ha tenido una hija con 60 años. Muchos me han ayudado: la dueña de la casa, mis compañeros de trabajo, mi novio de Ucrania que vino conmigo y vivimos juntos, etc. También estoy muy agradecida a España. España es un país que cura sin saberlo. Estoy feliz de estar aquí, a gusto. Y, voy a estar mejor – dice con convicción diseminando su mirada por la alegre plaza desbordante de vida después de secarse las lágrimas que ha derramado durante esta emotiva entrevista.
La esperanza de regresar a Ucrania
Ana vive alimentada por la esperanza de regresar un feliz día cuando se silencien los tambores de la guerra, para abrazar a su madre de nuevo y sentir el refugio de sus brazos, así como el amor incondicional de su familia, y trasmitirles emocionada que cumplió con creces su mandato: sobrevivir y ser una mujer fuerte.
Pero, la resiliencia, ese poste central que soporta la carpa del circo, junto con todos aquellos elementos que la hacen posible, depende no sólo de las cualidades de la persona, sino que interacciona de forma dinámica con las influencias del entorno y la necesidad de permanecer en un contexto amable, estable y acogedor.
España, nuestro país, ha sido su lugar seguro, le ofreció una oportunidad para recobrar cierta serenidad mental y contrarrestar la pesada carga del trauma emocional de la guerra y de la agonía psíquica. Ya lo aseveró en su día el psicoterapeuta Boris Cyrulik, en su libro: “¿Por qué la resiliencia?”: “Reorganizando el medio se puede ayudar a reiniciar un nuevo desarrollo”.
Y Ana nos demuestra que lejos de convertirse en una persona impasible, insensible o dura, enfrentada a esta encrucijada difícil, sacó lo mejor de sí misma, se reseteó arropada por este entorno de paz, y puso en marcha su mejor versión, funcionando con enormes dosis de: Flexibilidad, sensibilidad, generosidad, gratitud, solidaridad. Lista para la acción. Lista para la vida.