Tercera edad, clase media, éxodo y sobrevivencia en Venezuela| Por: Hannah Dreier

12 de agosto 2024

Durante mi misión en Venezuela, traté de convencer a mis superiores para que hicieran una campaña sobre las personas que sobreviven en este país, ya que el mensaje habitual es la imagen emocional de los más pobres, cruzando fronteras y caminando con sus mochilas hacia otros países.

Pero hay otra realidad que ha provocado un gran número de muertes, por la imposibilidad de disponer de medios para alimentarse con un mínimo de calidad, como para conseguir medicamentos para enfermedades crónicas.

La falta de oportunidades laborales, alimentación, salud, servicios públicos y seguridad personal está minando las condiciones de vida de todos aquellos que dependen de un salario, mucho peor para los pensionistas: la pensión estatal paga menos de un dólar al mes.

Gran parte de la juventud venezolana ha emigrado. El mercado laboral de estos países acepta mano de obra joven, con un cierto nivel de educación.

Sin embargo, tener más de 50 años en Venezuela es una sentencia de prisión sin rejas, en las condiciones de vida que “el” carcelero impone a los rehenes.

Sobrevivir es un desafío y sin embargo, desde el principio, este grupo etario mayor de 40 años, es el que más ha luchado por la libertad, construyendo un muro de resistencia contra los abusos de esta dictadura y sus aliados de la corrupción y el crimen en el control de la estructura del Estado.

Esta es la tragedia de la clase media en Venezuela, mucho antes de la pandemia.

Para quienes tienen (o les quedan) más activos que los más pobres, y más capacidades técnicas para ofrecer a otro país, las cosas no son “tan fáciles”. La clase media sufre muchas dificultades y obstáculos que no son tan conocidos.

Las personas mayores de 50 años no están en la demanda laboral, ni dentro ni fuera del país; y, a cualquier edad, existe un gran grupo de personas con escasos recursos económicos para salir del país. Sin mencionar la odisea para conseguir un pasaporte.

El mercado inmobiliario viene cayendo desde hace unos 15 años. Las propiedades de hoy valen el 55% o menos de su valor.

Vender a esos precios, sin un destino local normal para reinvertir ya que no hay economía; ni obtener una cantidad de dinero suficiente para invertir en una economía extranjera, hacen que la clase media esté al borde de la bancarrota.

En Venezuela, sobrevivir no es solo una cuestión de defender la existencia humana, también se trata de defender una vida de esfuerzo.

Solo las propiedades lujosas se negocian en términos “normales”, ya que este mercado de altos precios opera principalmente con dinero lavado.

El dinero procedente de actividades ilícitas (patrocinado por funcionarios del régimen) domina ampliamente las operaciones comerciales y financieras.

No olvidemos que más del 85% de la infraestructura productiva de Venezuela ha sido destruida a lo largo de estos 15 años.

Las personas de clase media que permanecen en Venezuela, se niegan a ceder bienes, ganados con honesto esfuerzo, a aquellos criminales que han secuestrado a su Estado, con el único propósito de hacer fortunas, no con un esfuerzo honesto sino forzando a una buena población democrática a vivir en miseria o provocar su lenta agonía hasta que la muerte se convierta en la opción misericordiosa.

Tanto trabajo a lo largo de toda una vida para conseguir una muerte tan miserable.

Todos estos trágicos hechos han construido una prisión para la clase media venezolana. Sobrevivir guarda un significado oculto que honra a quienes permanecen en Venezuela.

Sin duda este pueblo merece mi respeto y admiración.

Una gran cantidad de gente desarmada, pacífica y honesta, sigue resistiendo sin suficientes suministros y servicios básicos, contra amenazas, torturas, hambre, enfermedades sin tratamientos efectivos, agonías inhumanas y asesinatos, ejecutados o promovidos, por la inhumana culpa de un grupo de criminales totalmente armados, de países no democráticos.

La pacífica y democrática población venezolana representa más del 98%, pero ni siquiera el 1% de la población total es el que tiene el control total por las armas, a causa de que la gente buena no asesina y por ello están esclavizados. Esto pasa en el siglo 21.

Como demócrata, seguro que seguiré usando todo lo que esté a mi alcance para ayudarlos, para defender su tierra y su democracia, permaneciendo y sobreviviendo hasta que recuperen su libertad. No importa dónde esté, ayudaré a estas personas extraordinarias, que se mantienen en su defensa.

Asimismo, expreso el debido respeto y admiración a quienes apoyan a este heroico pueblo que permanece en Venezuela.

Gracias a todos por defender nuestra democracia mundial, a fin de mantener uno de nuestros activos más importantes en el hemisferio occidental.

Desafortunadamente, los estados democráticos han actuado con estrategias negligentes permitiendo que ganen poder las organizaciones criminales en todo el mundo.

Más allá de las emociones, tenemos que entender que el empoderamiento del crimen destruirá nuestras democracias y estilos de vida, como todavía intentan hacer en Venezuela, Colombia, Chile, Nicaragua, Perú, Argentina, Brasil, etc. Si la clase media de Venezuela no se hubiera quedado allí, hoy podríamos haber tenido otra Cuba en América Latina.

Hannah Dreier: ganadora del Pulitzer y ex corresponsal de prensa de Associated Press en Venezuela 2014-2018.

Loading

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *