La última noche de Sonia Martínez es la nueva película documental original de RTVE Play que recorre la trayectoria vital de la inolvidable presentadora desde su meteórico ascenso en televisión hasta su trágica caída marcada por su adicción a la heroína, el SIDA y la prostitución
Fuente: El Mundo
Por: Esther Mucientes
10 de diciembre 2024
Sonia Martínez lo tuvo todo y lo perdió todo. Fue la presentadora infantil más querida de principios de los 80; fue el ejemplo del éxito de la naturalidad, de la alegría y de una sonrisa que conquistaba tanto a pequeños como a mayores; fue la mujer que cambió el sentido de los programas para niños; fue, también, el símbolo de lo que hoy se conoce como “juguete roto”. Sonia Martínez tocó el cielo, pero también el infierno.
El pasado 4 de septiembre se cumplieron 30 años del fallecimiento de una de las presentadoras más míticas de la televisión. Sonia Martínez murió sola en una habitación de la Fundación Jiménez Díaz. A ella, que se codeó y compartió su vida con la jet set, que acudía al Palacio de Liria a ver películas con Eugenia Martínez de Irujo, que era adorada por los niños, que vivió lo mejor y lo peor de la televisión, nadie fue a darle su último adiós más que su familia más cercana. Fue, en palabras de su hermana, Irene Martínez, “una vida muy injusta la que vivió”. “Sonia Martínez pudo hacer todo lo que quiso”, pero las drogas, la depresión, las malas compañías, el fracaso y el miedo pudieron con ella.
Ahora, tres décadas después, la historia de la mujer que llenó portadas de revistas recibe el homenaje que nunca nadie le quiso dar. La última noche de Sonia Martínez es la nueva película documental original de RTVE Play —se estrena hoy— que recorre la trayectoria vital de la inolvidable presentadora desde su meteórico ascenso en televisión hasta su trágica caída, marcada por su adicción a la heroína, el SIDA y la prostitución. Una película triste, desgarradora, pero a la vez llena de vida, la que tuvo Sonia Martínez antes de caer en un pozo que la arrastró hasta la muerte.
Dirigida por Ángela Gallardo y César Vallejo, con la colaboración en el guion del escritor Carlos Barea, experto en temas LGTBIQ+, la película documental de 70 minutos profundiza en la vida de la inolvidable presentadora de programas de televisión como 3, 2, 1… Contacto, Dabadabada o En la naturaleza.
Una presencia que marcó una generación y ayudó a modernizar el contenido televisivo infantil, aportando un enfoque fresco, educativo y entretenido en una época de cambios en la sociedad española. Este documental ofrece una mirada cronológica y emocional a los acontecimientos que marcaron la trayectoria de Sonia Martínez, desde su meteórico ascenso en la televisión hasta su trágica caída, marcada por su adicción a la heroína y una vida sesgada demasiado pronto por una enfermedad derivada del SIDA, a los 30 años. ¿Y cómo comenzó todo? Por casualidad.
Con tan sólo 15 años, Sonia Martínez decidió dejar de estudiar. Feliz e ilusionada, comenzó a trabajar en una peluquería hasta que llegó un golpe de suerte: Guillermo Alcázar. El promotor fue quien avisó a los padres de la presentadora de que estaban buscando gente para programas infantiles. Sonia Martínez hizo las pruebas y “pasó del tirón”. Comenzó el cielo de Sonia. Llegó la fama. Un éxito que, como ella misma describió en sus memorias publicadas en la revista Pronto, “me procuró no sólo fama y dinero, sino también centenares de amigos”. Eran los buenos tiempos, pero también era el comienzo del fin.
Porque La última noche de Sonia Martínez es más que un homenaje: es una reflexión sobre la fama, el estigma y la vulnerabilidad humana en el marco de una sociedad en pleno proceso de transición. Es entender quién era realmente Sonia Martínez más allá de los titulares. Un reflejo de las contradicciones de una España que transitaba entre el conservadurismo del pasado y la modernidad.
Quienes la conocieron, como Pepe Carabias, el actor que ponía voz a la marioneta con la que Sonia Martínez interactuaba en Dabadabada, la recuerdan como “una chica con una chispa y una alegría que era poco habitual en la televisión en aquella época”. De hecho, la irrupción de Sonia Martínez marcó un antes y un después en los programas infantiles. “Ella no es ni la maestra de guardería ni la hermana mayor, es la novia que todos los chavales de aquella época queríamos tener”, explica Tino Torrubino, el autor de las fotografías que provocaron el fin de Sonia Martínez en televisión y una de las personas que mejor conoció a la Sonia del éxito y a la del fracaso.
Ese cambio de paradigma en los programas infantiles era el paradigma que representaba Sonia Martínez. Adoraba hacer esos programas, pero también adoraba ser libre y querer hacer más. Empezaron a ofrecerle cosas que no le iban. La quisieron convertir en un sex symbol. Y no lo era. “No era una chica de foto de camión, pero sí era una palomita que muchos quisieron tener”, explica Chelo García Cortés. De ahí vino su salto al cine, donde Sonia Martínez ya no era esa novia con la que soñaban los niños, sino la mujer que deseaban los padres. De ahí vino su primera portada de Interviú y, con ella, el inicio de su caída: la muerte de su madre.
“La muerte de nuestra madre fue uno de los motivos que la fue llevando a una depresión paulatina, que no veías desde fuera”Irene Martínez, hermana de Sonia
Según relata su hermana, Sonia Martínez cargó con una mochila muy pesada llena de culpa y tristeza. Ella era la que estaba en casa cuando su madre murió. Siempre pensó que la había matado. “La muerte de mi madre fue el principio de mi desgracia”, declaró muchas veces. “Fue uno de los motivos que la fue llevando a una depresión paulatina, que no veías desde fuera. Ella entraba y salía, se iba de fiesta. Aparentemente, la veías feliz”, cuenta Irene Martínez. Sin programa, con el peso de la culpa y con la pena, la presentadora empezó a tontear con las drogas. Aun así, Sonia Martínez quiso labrarse un nuevo futuro. Se fue a Nueva York, pero decidió volver. Era el año 1986. Sólo tenía 22 años.
Pese al éxito de Dabadabada, RTVE decidió cancelar el programa y producir uno nuevo con otra presentadora. La Televisión Pública quería lo mismo, pero diferente, y ahí ya no encajaba Sonia Martínez. Aun así, siguió vinculada con RTVE con el programa En la naturaleza. Fernando L. Rodríguez, director de aquel programa, pensó en ella después de que la presentadora que había sido elegida rechazase el trabajo. “Carlos Valverde —director de los programas infantiles de RTVE en aquella época— no quería de ninguna manera que la contratara. Un día me llamó y me dijo: ‘Te dije que nos iba a hacer alguna, pues ya la ha hecho'”, relata L. Rodríguez. Unas fotos de Sonia Martínez en la revista Interviú provocaron un escándalo sin precedentes durante el verano de aquel año. Tal fue “la tormenta de verano”, como lo describió en el Congreso de los Diputados el entonces director general de RTVE, José María Calviño, que el programa fue cancelado y Sonia Martínez apartada de aquel mundo que le había dado todo y que ahora se lo quitaba todo.
Nadie pensó que aquellas fotos, que Sonia Martínez pactó con Torrubino, iban a llevarla al peor de los infiernos. Ella ya había posado en Interviú, ya había hecho cine para adultos, pero… “hubo un antes y un después de las fotos de Ibiza”, afirma Charo Reina, una de las amigas más cercanas a la presentadora. “Quedó totalmente devastada no solo por el despido sino porque intuía lo que se le venía”.
Fue la tormenta perfecta. “Muy poco trabajo, mucho dinero en el banco y mucho tiempo libre”, señala la hermana de la presentadora. “Empieza a salir todas las noches. Era un mundo de anestesia. Ella lo vivía como una evasión. Una manera de no sentir dolor”, añade. Las alarmas saltaron una noche cuando Irene Martínez regresó a casa. En la calle se encontró a Sonia corriendo de un lado para otro. “He consumido coca y estoy con el subidón y tengo que estar acelerada para que me baje”, le explicó a su hermana. “Y aquí me empecé a preocupar porque era a diario”.
Maradona, Juanito, La Quinta del Buitre, fiestas, noches… Pero en el interior de Sonia Martínez seguía la pena, la culpa, el fracaso. Estaba convencida de que sus fotos en Ibiza fueron para quitarla del medio. Y si algo tuvo Sonia Martínez es que nunca ocultó nada. No sólo relató en los platós sus adicciones, sino también destapó lo que nadie se atrevía a decir. “Sufrí el acoso sexual de un realizador de TV, me negué a sus deseos y, a la vuelta de las vacaciones, no me renovaron el contrato”. Demandó a RTVE por despido improcedente. Lo hubiera ganado, pero Pilar Miró le ofreció participar en una sección de La Bola de Cristal, cuando a La Bola de Cristal le quedaban meses para ser cancelada. Un nuevo golpe. Las drogas volvieron a ser su vía de escape. Y, aunque intentó alejarse de ellas, Sonia Martínez, que nunca lo ocultó, era una adicta.
Su adicción la llevó no solo a romper con todo y con todos, sino a contraer el SIDA al compartir jeringuillas. Tenía 25 años. Se quedó en la calle, sin casa, sin dinero y consumiendo 20.000 pesetas diarias en heroína. Intentó muchas veces desengancharse, pero siempre se escapaba de los centros y volvía a recaer. Hasta que de la caída ya no pudo levantarse. Se quedó embarazada y pareció —al menos muchos así lo creyeron— que su bebé era la luz que necesitaba entre tanta oscuridad. “Vi a una persona valiente, embarazada, que llevaba un tiempo limpia. Estábamos viendo el resurgir de alguien que había tocado fondo”, afirma Nieves Herrero, quien entrevistó a Sonia Martínez cuando le faltaba un mes para dar a luz. Tenía 27 años.
“Si ya no estás en pantalla, no existes. Y es un mundo en el que tanto sales, tanto vales”Valeria Vegas, escritora
Pero la droga era más fuerte. Entregó a su bebé a los servicios sociales, consciente de que era incapaz de hacerse cargo de ella. Por primera vez, Hugo Padilla Martínez, su hijo, habla sobre su madre. Él tenía 3 años cuando murió y no fue hasta los 12 cuando se enteró de su existencia. Nació con los anticuerpos del SIDA, con el síndrome de abstinencia y sin saber quién era su madre. “Estoy muy orgulloso de la madre que he tenido”, sentencia ahora.
La última noche de Sonia Martínez fue una noche en soledad. Porque, como asegura la escritora Valeria Vegas, “si ya no estás en pantalla, no existes. Y es un mundo en el que tanto sales, tanto vales”. Sus últimos años fueron drogas, prostitución, soledad y tristeza. Sonia Martínez ya no quería curarse “porque sé que no voy a ser la Sonia que fui”.
Encontró en José Luis Sánchez, un hombre que conoció en La Casa de Campo mientras ejercía la prostitución, el refugio de una casa. A él fue a quien avisaron los médicos el día que murió. Sonia Martínez pudo despedirse de su hermana y de quien ella creía que se merecía su adiós. “Sabía 10 días antes que era el final”, recuerda el ex futbolista Fede Castaño, quien fue su pareja a mediados de los 80.
Su hermana es quien mejor describe quién fue Sonia Martínez: “Fue un ser maravilloso que pudo hacer con su vida todo lo que hubiese querido porque lo tenía en su mano (…) Te das cuenta de todo este aprendizaje, de que son enfermos, y llega un momento en el que haces las paces. Nos perdonamos mutuamente. Por eso, ahora para mí es tan bonito hacerle este homenaje”.