Tres óscares de Hollywood acreditan a Sandy Powell, diseñadora de vestuario e icono de estilo, como uno de los grandes nombres del cine de todos los tiempos. La entrevistamos con motivo de una exposición que muestra algunas de sus más espectaculares creaciones.
Fuente: El Mundo
Por: Silvia Nieto
10 de diciembre 2024
Como casi todos los grandes nombres internacionales que visitan estas páginas de Yo Dona, Sandy Powell (Londres, 1960) estudió en la prestigiosa Saint Martin’s School of Art de la capital británica. Sólo que ella no acabó sus estudios. La culpa la tuvo el trabajo. La tuvo Caravaggio, de Derek Jarman (1986) sobre todo. Desde entonces ha vestido 24 películas, de las cuales 14 la han hecho merecedora de una nominación al Oscar al Mejor Diseño de Vestuario, y tres -Shakespeare in Love (1999), El aviador (2005) y The Young Victoria (2010)- a la estatuilla propiamente dicha.
Pero su trabajo, que resulta clave a la hora de proyectar al espectador atrás en el tiempo con eficacia (entre otras cosas), es tan apreciado como efímero. Cuando una película acaba, el vestuario puede terminar en un almacén, en una tienda de disfraces, en una colección privada o, en muy pequeña medida, en algún rincón de la casa del propio diseñador. Por eso, el valor de la exposición Sandy Powell. Dressing the Part. Costume Design for Film, desde el 11 de octubre y durante cinco meses en el Museo de la Moda y el Cine del Savannah College of Art and Design (más conocido por sus siglas, SCAD FASH), en Atlanta (EEUU), es extraordinario. Unas 115 piezas de vestuario que ya han hecho historia, juntas en una sola muestra. Hablamos con su creadora -a la que el diseñador Lorenzo Caprile definió como “la mujer mejor vestida del mundo”- de las dificultades que ha tenido para recuperar las prendas, pero también de su fascinante profesión, su relación con los actores y su propio vínculo con la ropa que ella misma viste.
Pregunta: ‘Dressing The Part’ es su primera exposición, ya era hora. ¿Cómo surgió la idea y cómo de complicado ha sido hacerla realidad?
Respuesta: Hace varios años Rafael Gómez, comisario de SCAD FASH se puso en contacto conmigo y me preguntó si me interesaría participar en una exposición sobre mi trabajo. Yo siempre había soñado con hacer una algún día, pero para ello necesitas que alguien te dé un espacio y te proporcione financiación. Así que dije que sí, que por supuesto me interesaba. Para la recopilación empecé con mi propia colección. Al final de cada producción me he llevado una o dos cosas, siempre pidiendo permiso para ello, claro, porque técnicamente no soy dueña de ninguno de los diseños ni de esos trajes. Durante 20 años he estado coleccionando esas piezas sin saber realmente qué iba a hacer con ellas. A lo mejor esperaba secretamente que algún día apareciera una exposición donde mostrarlas… Las tenía en mi ático, en cajas o en burros. Pero no eran suficientes para la exposición, así que hubo que seguir buscando. La empresa de alquiler Angels de Londres, que es como vuestro Cornejo en Madrid, tenía bastantes. Porque las empresas de alquiler de vestuario suelen comprar el usado en las películas. Y luego las piezas se utilizan una y otra vez. En Angels encontramos muchas bastante desgastadas (pero se repararían después, devolviéndolas a la vida). También acudí a un coleccionista de Los Ángeles, Larry McQueen, que tiene una gran cantidad de prendas, desde la era del cine mudo hasta hoy. Cada vez que adquiere una pieza mía me informa, así que yo sabía que algunas importantes y significativas estaban en su poder. Después de recopilar las prendas, todo fue rodado. Hace un año fui a Atlanta para ver el espacio. Y me impresionó. Había una exposición sobre Madame Grès, muy bien montada, y pensé: “Esta gente sabe lo que hace”.
P: ¿Algún traje se resistió a aparecer?
R: Uno en concreto. Un vestido que usaba Tilda Swinton en mi primera película, Caravaggio. Lo tuve en mi colección durante años y de repente desapareció. No tengo ni idea de adónde fue. En los viejos tiempos solíamos usar esas prendas para las fiestas, así que hay muchas posibilidades de que su pérdida esté relacionada con eso
¿Cuánto de reflexión y cuánto de emoción hubo en la selección de las piezas?
R: La verdad es que no me emocioné hasta que vi la exposición. Entonces fue como ver toda tu vida. Casi 40 años. Todas esas prendas cuentan no sólo la historia de las películas, de sus personajes, sino que me recuerdan lo que ocurría en mi vida cuando estaba creándolas. Fue una sensación muy singular.
De hecho, hemos leído en su Instagram: “39 años de trajes bajo un mismo techo es como ver mi vida pasar ante mí. Recordar cada historia, aventura y relación a lo largo del camino…”. De entre todas esas historias, ¿cuáles marcan un antes y un después en su vida?
R: Madre mía. Bueno, Derek Jarman fue el primer director con el que trabajé. Así que Caravaggio es importante, un hito. Unos siete años después vino Orlando, mi primera película a la que el mundo exterior prestó atención. Recibió una nominación al Oscar y otra al BAFTA, y sigue siendo uno de los filmes que la gente considera mi mejor trabajo. Lo cual es genial, aunque también algo deprimente, porque fue en el 92. El siguiente trabajo importante para mí fue Velvet Goldmine, mi primero con Todd Haynes. Trataba algo que me tocaba de cerca, mi época adolescente en Londres. Me lo pasé genial e hice grandes amigos. El siguiente hito fue Gangs of New York, con Martin Scorsese. Rodamos en Roma un año entero, así que eso también cambió mi vida.
La exposición, ¿nace y muere en Atlanta o hay idea de girarla después?
Esa es la gran pregunta. Lamentablemente, SCAD FASH sólo tiene recursos para que esté en Atlanta el tiempo que dura la muestra, así que me toca a mí intentar encontrar un lugar al que trasladarla. Por supuesto me encantaría que viniera a Europa, a Londres, a París, a Madrid. Pero hay inconvenientes. Por una parte, no quiero separar los trajes de los maniquíes. Necesitaría un lugar donde colocarlos. Pero sé que muchos espacios expositivos trabajan con años de antelación. Así que tengo que encontrar el lugar y luego ver cómo podemos costearlo. Ésa es la gran dificultad.
¿Cuánto de los actores que vistieron estas prendas hay en ellas?
R: No me gustan los que no aportan nada respecto a la ropa. Prefiero a los que tienen una opinión. Evidentemente, ¡mejor si coincide con la mía! Los actores tienen que estar cómodos con lo que llevan y sentir que las prendas son adecuadas para el personaje. Así que la relación y la comunicación con ellos son importantes. Por supuesto, hay actores que te dicen: “Me da igual, haz lo que quieras”, pero siempre es mejor recibir feedback.
En todos estos años, ¿nunca se ha planteado dedicarse al diseño de moda?
R: No. Y me encanta la moda. Cuando era niña y adolescente solía hacer bocetos, álbumes de recortes…. Pero por alguna razón, tal vez porque me interesé más por el mundo de la actuación, el teatro, el cine…, el vestuario me pareció más interesante. Prefiero trabajar con un grupo de personas para contar una historia en lugar de hacer ropa para personas sin rostro, que no conozco. Además, tengo muchos amigos en el mundo de la moda y sé lo difícil que es.
Su propia forma de vestir se ha convertido en motivo de admiración… ¿Qué la mueve cuando se viste?
R: No lo sé. Simplemente me pongo lo que me resulta cómodo y me gusta. No planeo nada. Me pasa también al crear. La gente me pregunta por qué diseño ciertas cosas, por qué un traje está concebido así o por qué elegí un color o una tela determinados. Y la verdad es que la mayoría de las veces no lo sé. No hay una razón. Me visto instintivamente. Si me pongo una prenda y me queda perfecta, pienso: “Oh, qué bien”. Es una señal.
Desde su privilegiada visión histórica de la moda, ¿con qué época se queda?
Me encanta la década de 1930. Cada vez que trabajas con ella descubres algo diferente.
Una ganadora muy comprometida
Desde que en 1999 Sandy Powell recibiera el Oscar por Shakespeare in Love su presencia en alfombras rojas ha sido siempre de las más comentadas. En 2020 paseó por muchas con un traje blanco que logró llenar de firmas de grandes del cine para subastarlo y salvar, en un proyecto con Tilda Swinton,Prospect Cottage, la mítica casa y jardín del cineasta Derek Jarman.