Fuente: EFE
Por: Cristina Bazán
Junio 2024
Tras el éxito que tuvo con su tríptico compuesto por sus novelas Permafrost, Boulder y Mamut sobre la vida y los deseos de tres mujeres, la escritora catalana Eva Baltasar vuelve con Ocaso y Fascinación, un potente retrato sobre la precariedad que cada vez, dice la autora en una entrevista con Efeminista, se impregna en más trabajos y profesiones y que golpea con mayor fuerza a las mujeres.
“Lo que veo es que en general todos los trabajos se han precarizado. Es decir, toda la sociedad ha avanzado hacia la fragilidad. Es muy evidente. Hace 30 o 40 años había una distancia que separaba los dos mundos, era una seguridad muy relativa, pero tenías trabajo, tenías casa, familia, estabilidad y aquello igual era hasta el final de tus días. […] Y ahora la sensación es que la distancia que separa estos dos mundos es mucho más breve”, asegura Baltasar (Barcelona, 1978) durante su paso por la Feria del Libro de Madrid 2024.
En esta novela (Random House, 2024), la autora también hace “un regalo” a sus lectoras y lectores y cierra con este título, al menos por ahora, su escritura sobre la maternidad que tanto influyó en su poesía y anteriores historias, aunque destaca el impacto diferencial y “súper evidente” que la precariedad tiene sobre las madres trabajadoras o las mujeres que cuidan.
“Aquí ya no solo tienes que sobrevivir tú, sino que eres responsable de las vidas de otras personas que son tus hijos. Hay que hacer una inversión allí, una inversión en tiempo, y todo el tiempo que dedicas al cuidado o la educación no es tiempo ni para ti ni para estar trabajando”, señala la también finalista del Booker Internacional.
‘Ocaso y fascinación’, de Eva Baltasar
Pregunta (P): Ocaso y fascinación está basada en hechos reales de su vida, ¿por qué decidió escribir esta historia?
Respuesta (R): Al terminar el tríptico me quedé con la necesidad de seguir conociendo personajes, en este caso mujeres, a través de la literatura y para mí fue un paso natural decir que había temas como la maternidad que no quería seguir tratando en nuevas historias, pero sí quería seguir conociendo personajes, voces, que me interesen y por eso inicio esta historia nueva.
A diferencia del tríptico, que yo necesitaba descubrir una voz que me sedujera a ver a dónde me llevaba y quién había allí detrás, sí tenía muy claro que quería que la protagonista fuera una mujer de la limpieza porque yo trabajé en la limpieza hace muchos años. Cuando tenía 20 y estaba estudiando en la universidad trabajaba de camarera en una cadena de cafeterías. Era un trabajo muy precario, con un sueldo muy bajo, unos horarios interminables y trabajaba con muchísima gente, muchas agradables pero otras muy desagradables también. Y entonces decidí intentar encontrar un trabajo en el que pudiera trabajar sola y en aquel momento la única cosa que se me ocurrió y que yo sabía hacer bien era limpiar.
Tuve una madre que de pequeñita me enseñó a limpiar, una mujer muy estricta en materia de higiene, y pensé que debía intentarlo. Empecé a repartir papelitos por las calles de Barcelona y empecé a trabajar en muchas casas. En algunas se aprovecharon de mí y en otras no tanto, pero conseguí ganar un poco más de dinero, organizarme con los horarios y trabajar sola. Descubrí qué era entrar en casas ajenas donde solo entran amigos, familiares, el núcleo más cercano a los propietarios, y para mí era muy interesante descubrir que no hace falta ir a hurgar, sino que la casa ya sabe historias y te las quiere contar y se me quedó aquí guardadito.
Y ahora al decidir conocer a otra protagonista, que para mí es una compañía muy real durante los dos años de escritura de la novela, pensé en que debía ser una mujer de la limpieza y que iba a hacer algo que yo no hice en su momento, que es tejer un engaño y conseguir habitar las casas ajenas.
La precariedad en los trabajos
P: ¿Cómo ha visto la evolución del mundo laboral desde esa época de sus inicios y lo que es ahora?
R: Lo que veo es que en general todos los trabajos se han precarizado. Es decir, toda la sociedad ha avanzado hacia la fragilidad. Es muy evidente. Hace 30 o 40 años había una distancia que separaba los dos mundos, era una seguridad muy relativa, pero tenías trabajo, tenías casa, familia, estabilidad y aquello igual era hasta el final de tus días.
Era difícil pasar de ese mundo al de la calle, de la intemperie, parecía que había una escalera por la que ibas bajando de escalón en escalón, poquito a poco. Primero perdías al trabajo, tenías problemas familiares y se alargaba mucho, no encontrabas otro trabajo finalmente, podías llegar a perder tu casa e ibas a parar a la calle. Y ahora la sensación es que la distancia que separa estos dos mundos es mucho más breve, es más pequeñita, ya no hay esa escalera.
Puedes bajar cuatro o cinco peldaños de hoy para mañana y te encuentras con algo que no ocurría que es que gente con un trabajo tan precario que puede ir al súper a comprar comida, no puede pagarse una casa, una triste habitación realquilada en una gran ciudad como Madrid o Barcelona. Y estamos todos abocados a esa situación, le puede ocurrir a cualquiera.
“Vamos avanzando hacia lo que era la sociedad medieval”
P: Y en el caso de las mujeres esta situación las atraviesa de peores maneras. ¿Por qué tenía tan decidido que el personaje debía ser una mujer?
R: En el caso de las mujeres todavía más evidente. Yo no decido que voy a crear personajes mujeres, para mí es una forma fácil de ofrecer un retrato, porque yo soy mujer, me siento mujer, he tenido durante muchos años un entorno muy femenino y al final lo que muestro es un retrato. A mí me es muy fácil usarla como espejo de mí misma, y ese cuadro tiene un fondo que es el momento en el que vivimos como sociedad, lo que ves al salir a la calle.
P: ¿Y si es tan evidente por qué no parece serlo para quienes toman las decisiones?
R: Es que vamos avanzando hacia una sociedad que tiene cada vez más rasgos de lo que era una sociedad medieval. Tenemos una casta aislada de todo, que reúne todo el poder y la riqueza, y que toma las decisiones. Y el resto es una gran masa cada vez más homogénea y más empobrecida de población, donde la clase media ya se está diluyendo y no hay nada que religue a un mundo con el otro.
Esta casta es ciega, por eso yo me permití en la Fascinación lanzar una flecha hacia allí también, para atacar simbólicamente a esa casta totalmente ciega y donde hay unas relaciones de desigualdad y de injusticia muy grandes.
La literatura como herramienta de denuncia
P: Cada vez se está utilizando a la literatura como una herramienta para denunciar, para hacer reflexionar al quien lee las obras sobre la realidad, como su libro, ¿qué opina de esto?
R: Sí, no es mi objetivo ni mi intención y no pretendo tratar esos temas para hacer denuncia, pero como lo que estoy mostrando es lo que hay y lo que hay es una situación de injusticia tan grande la denuncia se hace sola. Es que es evidente, aflora de forma natural.
Existe ese telón de fondo, como te decía, y aunque intentas tener una mirada limpia acerca de lo que hay sin pretender hacer nada, aflora, esa es la magia y el poder de la literatura, que te muestra mundos posibles, mundos reales, mundos que sucedieron, y luego la crítica si quieres puede estar también en la mirada del lector y en lo que luego se habla sobre la literatura, que ahí está el poder, te sugiere.
P: Decía que este libro es como un espejo para usted, ¿cree que puede serlo para las lectoras y lectores?
R: Sí, por lo que me han comentado lectores que ya se han leído el libro y con los que he hablado sí, a veces esa toma de conciencia de: “Ostras, yo veía gente por la calle, viviendo en la calle, durmiendo en la calle y era un mundo aparte, igual tras leer el libro te ves mucho más cercano. Hay esa empatía y esa conciencia de que podría ser yo”, y eso a mí me consuela un montón porque tengo esa conciencia y a veces crees que estás muy sola con tus ideas y al ver que hay esa empatía también me consuela muchísimo y me alegra también por haber contribuido a que la conciencia de alguna forma se expanda hacia lugares que son muy reales.