La Bruja | Por: Dalia Blanco de Muñoz

Dalia Blanco de Muñoz

1 de diciembre 2024

Érase una vez, una pequeña comunidad, donde las leyendas sobre brujas eran tan comunes como los buhoneros en el centro de Caracas, y alli vivían dos amigas muy jóvenes y curiosas: Dalia y Clever. 

 Un día, mientras tomaban un café en casa de Clever, que parecía más agua de zapato que otra cosa porque ella, como no toma café, lo hacía sin probar, comenzaron a hablar de la vida misma y decidieron que era hora de descubrir la verdad sobre sus esposos.  

Dalia, con su mirada astuta, observó a su “gordo” (sí, así le decía con cariño) vestido con un elegante flux oscuro la noche anterior. Él le dijo que tenía que cumplir con un compromiso de su trabajo porque a su secretaria se le había muerto su papá. “¿Un velorio del papá de su secretaria? ¡Claro! Que excusa tan rebuscada. Seguro que es el único muerto que le interesa”, pensó mientras su mente se llenaba de imágenes de él bailando cha-cha-cha en lugar de llorar.  

Por otro lado, Clever estaba tan confundida como un pez fuera del agua. Su esposo le había empezado a regalar flores sin motivo aparente. “¿Qué le pasa? ¿Acaso tiene remordimientos por no sacar la basura?”, se preguntaba, imaginando a ese hombre atormentado por una conciencia que lo acosaba porque era culpable de algo. Así que, armadas con valor y un poco de nerviosismo, se dirigieron a ver a una famosa bruja, conocida por ser más temida que respetada, pero que “sabía mucho”. La bruja era una figura peculiar: alta como un árbol, con una barriga que parecía tener vida propia. Vestía un enorme vestido floreado que parecía haber visto mejores días. Su cabello alborotado le daba un aire aún más aterrador y parcialmente lo cubría una pañoleta negra; su sonrisa revelaba una dentadura que había decidido tomarse unas vacaciones. A pesar de su aspecto espantoso, las amigas estaban decididas a escucharla. Una vez dentro de su casa, la bruja comenzó su ritual. Prendió unas velas que olían a todo menos a flores y roció un líquido de aroma penetrante que hizo que ambas se preguntaran si no habrían entrado en una fábrica de quesos en mal estado. Después de unos momentos de murmullos incomprensibles y movimientos extraños con sus manos, la bruja miró a cada una de ellas con ojos chispeantes y las separó, enviando a Clever a otra habitación. A Dalia le dijo: “Veo algo, Tu esposo no te merece. Te está engañando con otra persona; no sé si es con un hombre o con una mujer.” (Sí, lo sé, eso sonó raro). “Pero como aún lo amas tienes la posibilidad de salvar tu matrimonio y por eso te haré un conjuro muy especial.” Sin embargo, lo más extraño fue cuando le hizo prometer a Dalia que no le contaría nada a su amiga porque el conjuro perdería efectividad. Con el corazón acelerado y la mente llena de dudas, ella aceptó. Al salir de la casa, la curiosidad la consumía por saber qué le había dicho la bruja a su amiga y apenas había dado un paso cuando no pudo contenerse. “¡Tengo que contarte algo!”, le dijo a Clever; “te diré cómo me fue para que tú también me cuentes lo que te dijo.” Y así le contó la historia del engaño… ¡y para su sorpresa! Ella se puso roja como un tomate porque la bruja le había dicho exactamente lo mismo sobre su esposo. Ambas estallaron en carcajadas al darse cuenta de lo ridículo de la situación. “¿En serio? ¿Nos dijo lo mismo a las dos?” se preguntaron entre risas. De pronto, todas las preocupaciones sobre sus esposos parecieron volar junto con las risas. Dalia conoció a la secretaria de su esposo y asistió a todas las misas del novenario; y se volvieron amigas. 

Y así fue como Dalia y Clever aprendieron algo valioso: Al final del día, cada mujer tiene el poder de tomar decisiones por sí misma y no debe sentir que la vida se acaba si, por alguna razón, está sin pareja. 

Reflexionaron y decidieron dejar atrás las historias de brujas, eligiendo confiar más en sí mismas. La experiencia les enseñó que, a veces, las respuestas no vienen de rituales extraños, sino del amor y la confianza. Ambas vivieron felices con sus esposos por mucho tiempo más y no fueron nuevamente a esa bruja ni a ninguna otra, pero gracias a ella, estas amigas aprendieron algo sobre bienestar emocional y  autoestima.

 Cuando una mujer se siente segura de su valor y capacidades, no necesita perseguir a su pareja ni buscar validación externa. La verdadera fortaleza radica en reconocer que cada persona es digna de amor y respeto por sí misma.

En lugar de enfocarse en lo que hace o no hace su pareja, puede concentrarse en su propio crecimiento y felicidad. Así, la confianza se convierte en un poderoso escudo contra las inseguridades y permite construir relaciones más sanas y satisfactoria.

DALIA BLANCO DE MUÑOZ tiene 82 años. Participante activa en los Talleres organizado por el Centro de Asesoría Legal Padre Olaso, con el apoyo de Mujer y Ciudadanía. Dalia no solo busca aprender, sino también compartir su vasta experiencia con los demás. Es un faro de luz y cariño en su hogar. Madre y abuela amorosa, ha dedicado su vida a cultivar relaciones profundas y significativas, dejando una huella imborrable en el corazón de quienes la rodean. Su capacidad para escuchar y ofrecer apoyo incondicional refleja su espíritu solidario y generoso.

Loading

8 comentarios

  1. Hermosa señora, excelente ser humano, maravillosa madre, abuela y amiga🥰

  2. Preciosa mi Reina 👑. Estoy Orgullosa de tí. Te amo ❤️ mucho ❤️😍 Dios te dé mucha más vida y salud

  3. Definitivamente es una gran historia, entendiendo la desde el contexto del valores q debemossaber , y reconocer sobre nosotras, saber q cada una tiene un potencial único. Irrepetible. Me gusto el tema de Bruja, muy común en nuestra coloquial Venezuela. Para tratar de resolver dudas.

  4. Me encantó la historia y el mensaje. Lo importante es confiar en si misma y conocer de que somos capaces. Dios nos dió dominio propio. Sin embargo, lo más que me encantó es que no importa la edad para poder ayudar a otros, servir es un don, que Dios nos ha dado y la sra Dalia es una excelente servidora del projimo. Dios la bendiga. Amén

  5. Dalia felicitaciones, buen cuento. Un abrazo.
    No crean en brujas.

  6. Me encantó esta historia madre,al final la enseñanza que nos dejastes es que además de no confiar en brujos jajaja,Confiaramos en llevar y mantener una buena relacion de pareja!!

  7. Excelente mujer y amiga mi señora Dalia con ella he compartido muchos momentos felices excelente persona la aprecio y respeto mucho por su calidad humana y don de persona amable y generosa una gran persona y amiga qué más se puede decir de esa gran señora con mucha calidad y humana y extraordinaria amiga felicidades y la historia estuve buenísima moraleja siempre llévate por tus instintos que ellos te va a decir lo bueno y malo de la vida

  8. Un cuento encantador con una gran reflexión y enseñanza, sobre el amor propio, la autoestima que debemos cultivar y alimentar con ilusión, nuevos conocimientos, metas y proyectos a cualquier edad.
    La importancia de reconocer nuestra propia valía con o sin pareja, y si la tenemos es una bendición si está basada en el amor, el respeto, la admiración y la confianza.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *